El colectivo nos deja hasta donde puede llegar, mientras las luces del puerto nos despiden a lo lejos, aún queda un camino de tierra cuesta arriba que debemos subir. A pesar que es verano ya, la brisa helada te hace pensar que acá sigue siendo invierno, en medio de la oscuridad tres perros salen a recibirnos, los tres negros, me olfatean y me dan la bienvenida a la toma, arriba una pequeña casa de madera en la cima del cerro será mi refugio mientras comparto con mis compañeros de colectivo y me ponen al día sobre la situación de la toma y los proyectos que se realizan en el lugar. La casa es pequeña pero ofrece lo necesario para pasar la noche, por lo cual la conversación se alargó hasta altas horas de la noche, mientras jugábamos cartas y compartíamos vivencias.
La mañana siguiente, la camanchaca nos dio el buenos días, la llovizna nos acompañó gran parte de la mañana junto con una neblina que tapaba todo el cerro, nos dedicamos a las tareas hogareñas más que nada, poner orden en el lugar y asear, aquella mañana conocí a Jean, uno de los vecinos más activos de la toma y que ha estado asesorando a la comunidad con respecto a sistemas que permitan aprovechar los recursos del cerro y permitan un mejor vivir. Luego de una amena charla con él, comentando vivencias de sus tiempos en Arica, salimos de la toma con dirección hacia la casa de Paz una de nuestras compañeras del colectivo, con el fin de almorzar y aprovechar de asearnos. La tarde la pasamos en casa de Paz charlando sobre los temas que venían y cómo había sido la jornada en la toma Violeta Parra.
El día comienza temprano, al salir el sol, por lo cual es aprovechado por nosotros para ordenar la habitación, mientras Eric se dedica a ordenar el interior de la casa, yo me dedico a revisar la escalera de entrada, para arreglar uno de los peldaños que cedió a causa de que la humedad fue pudriendo la madera. Busqué entre las herramientas que había en el patio y con un par de clavos intenté improvisar una solución parche para aquel peldaño que había cedido, y que podía convertirse en una que otra molestia a quienes entraban a la casa cuando no hubiera mucha luz.
Junto con Diego y la esposa de Jean, fuimos a recibir el agua que llega por parte de un camión cisterna de la municipalidad, para aquello recibimos el agua en dos tambores grandes, conversábamos del día con nuestra vecina y le pedimos si podía prestarnos un par de herramientas con el fin de desmalezar el patio de la casa. Con Diego empezamos a retirar la maleza que ya se había secado, con el fin de evitar que esta sea un foco de incendio, como también evitar que se siga acumulando. Procedimos a desmalezar gran parte del patio, para posteriormente bajar donde los vecinos para ayudar a desmalezar una senda que conecta nuestro cerro con el de al lado por medio de la quebrada, que no es muy ancha en sí, no sobrepasando un metro en sus partes más abiertas. Con Eric bajamos por la quebrada provistos de un machete y una tijera, la mayoría de la vegetación era colihue o maleza con espinos, que crecía y significaba una molestia bastante grande para los vecinos que transitan por allí, ya que generaban cortes o pinchazos al caminar, lo que, para los vecinos de edad más avanzada, podría traer más de un drama si es que aquellas heridas se infectaran. Con Eric y Diego, que se encontraba más atrás, intentamos con las herramientas que teníamos empezar a abrir un poco más el espacio para que fuera más transitable. El trabajo fue arduo pero luego de aquello empezamos a juntar las ramas que logramos cortar para despejar el camino.
Juan llega a la casa, nos saludamos y compartimos un resto, le pedimos a uno de los vecinos que nos saque una foto con una polaroid para celebrar el reencuentro que teníamos, posterior a eso nos despedimos, pues debía volver nuevamente a la capital.
*Texto por Ibar Silva, miembro de Migrar Photo residente en Arica. Por estos días visitó por primera vez la toma Violeta Parra y éstas fueron sus impresiones.