Hacer la maleta para un territorio desconocido, es un desafío. Las proyecciones del tiempo, en pocas ocasiones llegan a ser del todo reales, y sumando la transición invierno-verano en que se enmarcan estos meses, hay que prepararse para todo. Trato de llevar lo necesario, lo esencial, asegurando la comodidad y el bienestar, aunque se suman algunos elementos, producto de mis manías.
22:30 hrs. Terminal de Buses en plena Alameda. Maletas arriba, despedida de mis amadas madre y tía, quienes me acompañaron a este lugar que parece que nunca duerme. El tramo Santiago-Curanilahue, de ocho horas aproximadamente, según lo que sé, solo se realiza a partir de esta hora.
6:00 AM. Después de algunos momentos en que logré dormir, interrumpidos por los cambios de velocidad y movimientos varios, me recibe un Curanilahue aún nocturno y con el pavimento mojado. El Terminal es la calle, el bus se detiene fuera de la oficina de la empresa para dejar pasajeros. Al igual que en la visita en el mes de julio, una vez que el bus parte, el silencio y la ausencia humana se apoderan del paisaje. Llega el taxi que me llevará a la cabaña que será mi hogar en estos meses y que está a unos diez minutos de aquí, del centro.
7:00 AM. La cabaña está fría. Intento dormir. Suena la sirena de los bomberos —¿Incendio?—.
8:00 AM. Me despierta la sirena de los bomberos —¿Otra vez, incendio?, curioso—.
11:00 AM. Despierto con el radiante sol que entra por la ventana —tengo una vista privilegiada desde la altura—, el viento sopla fuerte.
Salgo de compras para hacer almuerzo. De camino me encuentro con Don Jaime, dueño de las cabañas y que tiene su casa en el mismo terreno. Conversamos sobre el alojamiento, el proyecto, el viaje. Él me comenta que pensaba que ya no vendría, por la cantidad de meses que han pasado desde la primera visita. Aprovecho de preguntar sobre las sirenas que sonaron, aquí me entero de que, cuando en Curanilahue, la principal actividad económica era la minería, se acostumbraba a hacer sonar sirenas a las 7:00 y 8:00 AM para avisar el inicio de los turnos. Como tradición y parte de la identidad curanilahuina, aún suenan. “Por suerte la tradición no incluyó la sirena de las 4 am”, -me comenta entre risas-.