Edgardo nos había comentado hace una semana aproximadamente, que iba a comenzar la construcción de dos chemamüll que la habían encargado. Los chemamüll son esculturas de madera que señalan una relación espiritual, social y política con los ngen y con sus contextos humanos y no-humanos. Se les conoce como guardianes de un lugar, como símbolo de fortaleza, newen y conexión con el territorio. Edgardo nos solicita apoyo pues le gustaría registrar el proceso con nosotrxs, así él logra compartir su kimün a la vez que lo apoyamos con registro de sus obras. Encantadxs decimos que sí, y muy entusiasmadxs, pues el chemamüll es una pieza tecnológico-espiritual del mundo mapuche que siempre surge en nuestras conversaciones sobre la madera y la materialidad. Esta oportunidad se presenta como un momento ideal para aprender con respeto, a aceptar la invitación de parte de Edgardo, con quien ya hemos establecido una relación de colaboración, amistad y solidaridad.
Mientras llegamos al taller de Edgardo, no podemos dejar de contemplar la luz brillante de la mañana que cae sobre el cerro de aserrín en el fondo, iluminando de manera incendiaria el horizonte con un naranjo amarillento, como una yema árida vibrante. Precisamente arriba del cerro de aserrín habíamos conversado sobre la cantidad de árboles nativos triturados, la inmensidad de un bosque reducido a polvo de madera, la revitalización espiritual y política que se puede construir a partir de leer el aserrín como una materialidad viva. Podredumbre, gusanos, arañas y pasto; esto se encuentra en la parte más antigua del cerro aserrín. Testimonio indudable del movimiento atómico de la vida del aserrín: está siempre deviniendo otra cosa.
La invitación para nosotrxs entonces no se trata solamente de un registro de una práctica cultural-material, sino que se trata de un conocimiento, de una tecnología política de relacionamiento con la madera, por ende es también una profunda reflexión. Es así que pudimos observar cómo se talla la madera, cómo se sigue la materialidad del chemamüll para que en la articulación raulí-motosierra-mano emerja no una forma hecha de madera, sino que emerja la vitalidad material que trae consigo ya ese tronco.
En esta ocasión se trata de la creación de dos chemamüll, dos troncos cepillados que van tomando la forma de un ser masculino y otro femenino, aludiendo a la reproducción y a la concepción de la vida en términos biológicos pero también sociales.
Edgardo usa la motosierra como una extensión de una caricia, se sube sobre el tronco con gubias y lijas para mirar de cerca las vetas, las direcciones, los vectores materiales que la misma madera trae ya consigo y que van a permitir, detener o forzar ciertos caracteres materiales del chemamüll. De eso se trata este encuentro, este agenciamiento entre madera y humano, que se constituye como una práctica ética de contacto: no es ir contra la madera para domar la materia, sino seguir la madera, captar sus singularidades y escucharla.