BitácoraResidencias de arte colaborativo

Residencia: Mujeres mapuche-pewenche y oficios ancestrales Lonquimay, La Araucanía - 2018 Residente: Compañía La Laura Palmer
Publicado: 1 de noviembre de 2018
El colectivo

Durante estos días he ido conociendo a diferentes personas, sobretodo jóvenes de Lonquimay, que tienen como factor común su sentido crítico respecto de la comuna y de su pueblo. Todos son profesionales o tienen estudios superiores, y tienen también en común el tener alguna relación con el arte, desde diferentes oficios.

En instancias informales, las que hemos llamado Actividades Sociales y Recreativas, es donde la mayor cantidad de ideas aparecen. En realidad no es otra cosa que juntarse a tomar una cerveza en algún lugar, ya sea un cerro, una casa, o en el único espacio que hay para bailar en todo el pueblo.

Un dato curioso es que en Lonquimay no hay discoteques. Por alguna razón que aún no entiendo bien, y que creo tiene que ver con las ordenazas municipales de construcción, en el pueblo no se permiten las patentes de discoteques. Es decir, es ilegal bailar en un pub-restaurant.

El 31 mismo fue noche de brujas y al volver del largo día en Icalma, que queda a 2 horas en auto del pueblo, me encontré con niñoas y niñas disfrazados de Halloween: Batman, Pepa Pig y Harley Queen se paseaban por las calles de Lonquimay. Un contraste muy fuerte.

La noche del 1 de noviembre nos reunimos a celebrar nuestro propio día de muertos. Yo me pinté la cara como una calaca mexicana, en un intento de latinoamericanización de este día tan gringo. Después de tomar varios chilcanos decidimos caminar hacia la Cherie Blue, que es este mítico lugar en donde se puede bailar, aunque todos sepan que es ilegal. Caminamos varias cuadras, y lo que al principio parecía cerca, en realidad se transformó en cruzar todo el pueblo.

Inmediatamente me sentí muy santiaguino, seguramente lo que caminamos no era más que ir desde Miraflores con Huérfanos hasta el Barrio Bellavista, pero estando acá era literalmente cruzar el pueblo de punta a punta.

Al llegar nos dimos cuenta que el lugar estaba vacío.  Bailamos y bailamos. Nunca había sentido que bailar significara una transgresión a la norma.

Esa misma noche, a las 5 de la mañana y afuera de la Cherie Blue, entendí que lo que había que hacer era romper algo de la calma que invade las calles de este pueblo.

Me propuse reunirme con el grupo de diferentes jóvenes que he ido conociendo, armar un colectivo y que fuera ese grupo el que ideara el proyecto y lo llevara a cabo.

Así lo hicimos.

« Ir a residencia