Luego de un par de reuniones con algunos actores claves de la comunidad, al fin pudimos conocer a quienes en realidad y de manera espontánea quieren ser parte de este proyecto, el de levantar una colección colectiva de vestigios locales (a los otros, los más difíciles que no vinieron, igual los iremos a visitar). De este primer acercamiento, conocimos muchos fragmentos de Putú pertenecientes a distintas generaciones y genealogías. Muchas historias de la vida campesina, relacionada con sus recursos naturales, como el cultivo de lentejas o de frutillas, casi todos desaparecidos ante intromisión del ya conocido monocultivo forestal. Recuerdos de tiempos de trillas, carbón y palangones. De antiguas formas de transitar por el territorio, memorias de trayectos a caballo, balsas y faluchos, hasta llegar a los primeros automóviles, y al que le decían “el avión”.
Muchísimas historias para el inicio de la colección, diferentes expectativas sobre el proceso de indagación colectiva, testimonios de primera fuente que debemos organizar. Pero más importante aún, acuerdos de trabajo conjunto que lograron confluir en la importancia de que la historia de los pueblos sean narradas por sus habitantes, los que fueron y volvieron, los que están y los que vendrán.