Es nuestra segunda convocatoria vecinal y las churrascas salen calientes, el mate corre de un lado a otro, y nosotros intentando recabar más información e intentando contagiar a la comunidad de ánimo. Pues son en estas instancias donde aparecen historias de las cuales surgen ideas para crear algo entre todos.
Antes de dar por finalizada la jornada, conversamos sobrelo que llama nuestra atención, intentando encontrar algo de que agarrarnos para continuar con nuestra investigación y recopilación. Es así que aparece la interconexión de relaciones familiares que existe en la zona. Deben haber aproximadamente entre 6 o 7 familias que destacan por cantidad en esta pequeña localidad -entre Verdejos, Lobos, Cañete…-, aunque ellos no lo manifiestan de buenas a primeras, a medida que vamos entablando relación con cada familia en particular, comienzan a aparecer primos, hermanos, tíos y tías, en fin un complejo mapa sanguíneo que se cruza, se separa y se vuelve a unir.
Es en estas misma convocatoria es entonces que los vecinos proponen la idea del árbol genealógico de cada familia, nos parece una idea motivante porque abarca un mapa físico, histórico y emocional de la comunidad. Así entonces, fijamos citas con cada familia para visitar sus casas y comenzar este árbol.
A medida que avanzamos, casa por casa, comenzamos a notar que se entrelaza una familia con otra y así sucesivamente. Esto nos hace caer en cuenta que son varios árboles que forman una gran familia -sin exagerar- un gran árbol.
Anotamos a todos en un cuaderno y los traspasamos a un papelógrafo. A veces nos confundimos entre los nombres de abuelos y abuelas que traspasan sus nombres a sus hijos, en general a los mayores de cada familia y estos, a la vez, los continúan de generación en generación.
Caminando por la calle de Nenquén, y por casualidad, nos encontramos con Juanita -la presidenta de la junta de vecinos- fuera de su casa donde hay una banca. Nos saludamos y le pedimos ayuda con el árbol de su familia. Pasado unos minutos, cruza otra vecina por la calle y resulta que es su cuñada, quien vive a dos casas más allá de la casa de Juanita. A su vez, ella acompañada por su prima, la cual está casada con un familiar de Juanita.
En un muy corto lapso de tiempo, desde que comenzamos a conversar con Juanita, ya somos un grupo de 7 personas, todos emparentados entre sí, excepto nosotros -los residentes- claramente. Y es que la realidad que vive hoy Nenquén los ha alejado unos de otros. Dicen que a pesar de la cercanía física, factores como la televisión, trabajo e internet aparecen como detonantes de esta falta de comunicación y convivencia.
Sin embargo, nos relatan que una comunicación especial como la de antes, en tiempos préteritos, la calle solía verse llena de familias, niños jugando, adultos compartiendo. Antes, compartir, encontrarse con la familia y amigos era el mejor pasatiempo, era cotidiano, era divertido y no tenía precio.