Después de llevar dos meses en Quilleco, he observado a través de internet, conversaciones y visitas en terreno que, todos los ríos y esteros transitan entre la industria forestal, las reservas naturales casi en su generalidad son propiedad también de estas, el río Rucue, Laja y Duqueco tienen una central hidroeléctrica, y muchos entornos alrededor del río para la población son basurales difíciles de controlar. Con este diagnóstico, de un territorio absolutamente usurpado, es épico, audaz y porque no decirlo poético el trabajo que está desarrollando el Colectivo Sin Nombre y el Departamento de Organizaciones Comunitarias y de Turismo y Comunicaciones del municipio en el intento por proporcionar dignidad y pertenencia territorial al resto de la comunidad, golpeándose contra el muro del neoliberalismo una y otra vez.
El Colectivo Sin Nombre tiene una sub-área que es Ponte Bio, representada por Alex, he visto como de forma incansable y prácticamente solo, recoge basura del Pedregal (espacio de cerros pedregosos cerca de la población San Lorencito), despeja el entorno del río Quilleco desde la población San Lorencito para que la gente pueda ir a bañarse o simplemente sentarse frente al río. Hace senderos para bicicletas por el Pedregal y convoca a los jóvenes a recorrerlos intentando generar consciencia sobre el espacio. Ahora hicieron una escalera de madera para que la gente pueda bajar al río y bañarse, además de un dique con sacos de arena para ahí aumentar el volumen del río dejando una especie de piscina. Me contaba que uno de los espacios es para los más profesionales donde hay un árbol desde donde se tiran piqueros, el otro sector es para la familia y el espacio tras los sacos donde bajaría menos caudal, para los más pequeños. Por otro lado, el Colectivo Sin Nombre convocó a muchos jóvenes de distintas localidades a sacar la basura alrededor de un pozón del río Rucue. Desde la municipalidad, Germán desde hace años ha realizado un trabajo perseverante y cariñoso con la cultura local, investigando, haciendo entrevistas, comunicándose con las personas de mayor edad, promoviendo la producción editorial de los pobladores, inculcándole el amor por la naturaleza, la historia y la cultura a los más jóvenes que trabajan en los departamentos de Cultura, Turismo y Comunicaciones, generando planes estratégicos de trabajo conjunto, apoyando este proyecto, entendiendo que cualquier aporte vale. Todo esto, mientras el capitalismo avanza vorazmente en paralelo.
Con ellos hasta ahora he convivido y compartido más allá del proyecto, caminatas alrededor del río, conversaciones lentas. Hemos reflexionado tanto, que quizás mucho se pierda en estos registros, la pertenencia simbólica del territorio más allá de la propiedad privada, el bien común más allá del individualismo que acecha.
En un principio fui insistente con ellos, porque me interesa lo que hacen, siempre buscando el intercambio, abrir conversaciones, reflexiones, implicarnos, que se traduce para mí en vivir la experiencia del territorio. Y luego de esta insistencia, las cosas han comenzado a fluir y a haber reciprocidad de intereses, casi todos los días vamos de caminata al río o al Pedregal con Alex de Ponte Bio; Germán, antropólogo, me invita a sus caminatas y exploración de la naturaleza con un equipo de la municipalidad; David me ha facilitado muchas cuestiones del cotidiano y del mismo proyecto, entre estas me acompañó a conocer el río Rucue que después limpiaron, y a la Fiesta de la Esquila; Felipe Bascur estuvo presente en las visitas a las señoras de la calle los perros, y ha continuado en contacto preguntándome sobre las próximas actividades; y Christian me ha invitado a su casa a conocer a su familia, su abuela, la Calle los perros y la Junta vecinal.