Hoy tuve la oportunidad de acompañar a Germán y un grupo de la Municipalidad a conocer el Cordón de Azúcar cercano al límite de Quilleco con Antuco, el propósito era apreciar su naturaleza, para mí también comprender de donde nacen los ríos desde la altura.
Salimos a las 10 hrs. de la mañana y regresamos a las 20 hrs. de la tarde. Este viaje lo realizamos con Cristián, Encargado de Deportes, Jhon, Encargado de Cultura, y Christián Rubilar, parte del Departamento de Turismo y Comunicaciones de la comuna, junto a su pareja. Llegamos en auto luego de subir un tramo extenso por la forestal Mininco (a la que se le solicitó permiso para ingresar). El fin del camino en auto fue hasta un sector donde desaparece el monocultivo y comienza el bosque nativo. En la caminata nos detuvimos en cada hongo en el camino, en cada árbol añoso, en cada piedra extraña, observamos, tomamos fotografías. Los descansos siempre fueron más un tiempo y espacio para reflexionar sobre la naturaleza. Después de varias horas y alrededor de dos km. caminados en subida, llegamos al Cerro La Picua, que también lo llaman La Pirámide por su forma triangular que se aprecia a la distancia. Allí estuvimos contemplando sobre la punta del cerro compuesto por rocas. Luego decidimos caminar por el filo de la unión de este cerro con otro, llegamos a otra punta rocosa, otro momento de contemplación. Y desde allí divisamos la punta de otro cerro que nos permitiría ver de más cerca el volcán Antuco. Germán, uno de los Cristian y yo, caminamos en ésta búsqueda, guiándonos por la montaña y una pendiente que nos acompañó durante todo el camino. Cuando llegamos, gracias a Germán pude apreciar el nacimiento del Río Coreo y cómo este se desplaza entre los cerros hasta llegar a Quilleco, estableciendo un límite con Antuco. En todo el viaje, desde la altura, ya me había señalado los distintos sectores de la comuna de Quilleco, la vista era privilegiada, desde el lugar donde estuvimos se podía ver todo el valle de Quilleco y visualizar por donde pasan sus diferentes ríos.
Al regreso, nos detuvimos en uno de los sectores de la pendiente, mientras ellos lanzaban piedras al fondo yo hacía registro sonoro de este concierto de piedras cayendo en un amplificador acústico natural.
Quedamos extasiados de naturaleza, solo cuerpos al fin del viaje y al borde del sueño.