Como ya se ha vuelto costumbre de cada lunes, pasamos al taller de plantas medicinales en la posta. Les entregamos cámaras a algunas de las participantes que nos faltaban, a otras les explicamos nuevamente su uso y las incentivamos a perder el miedo y realizar el registro. Nuestra mayor sorpresa fue Sara, quien ya se había adelantado logrando realizar todas las fotografías de su cámara, se le notaba feliz y satisfecha por concluir el rollo, contándonos que cada encuadre encierra algo de su vida y cotidianidad que quisiera compartir, juntas recordamos que hace una semana creía no lograr hacerlo.
Continuamos repitiendo la dinámica de “me acuerdo de…” esta vez enfocada a recuerdos que tuviesen que ver con hierbas o naturaleza. Prácticamente todas las integrantes del grupo se conocen desde muy pequeñas, generaciones de ellas comparten este amor por las hierbas, logrando reunirse en este mismo grupo abuelas, madres, hijas, tías y primas. Compartir estas memorias nos permitió trasladarnos al Salto antiguo, a la niñez y a las travesuras, llenas de anécdotas que transitan desde robos a hurtadillas de chocolate en polvo, hasta recetas milenarias para aliviar resfríos y malestares.
“Cuando estábamos resfriados con mis hermanos, mi mamá preparaba: naranja quemada, limón, raspilla de sauce con miel caliente, y adiós resfriado”.
“Las parteras hervían agua con boldo para hacer el aseo a las guaguas y a las mamás”.
“Cuando íbamos donde mi tata jugábamos a las escondidas en el bosque de eucaliptos, era muy entretenido, sentía el olor del eucaliptos y boldo, su casa queda a orillas del cerro”.
“Un verano el chocolate en polvo para la leche desapareció como por arte de magia, nunca apareció, eso tiene que haber sido más o menos en los años 60. Y en una de esas reuniones familiares, una de mis primas contó que ella y su hermana se lo “robaron” y que lo escondieron debajo de un piedra y se lo iban a comer de a una cucharadita a escondidas. Mi pobre mamá falleció sin saber qué pasó con su chocolate”.