Para la instalación del gran mural del taller de la Casa Escuela, llegamos un día martes a las 10 y trasladamos las cosas al muro. Había algo de incertidumbre, porque si bien Nino se había comprometido a hacer las gestiones con el dueño del muro, la casa es arrendada y aún no habían logrado hablar con la arrendataria. El dueño insistía en que no había necesidad de preguntarle. El día de la instalación Bernardino y el dueño del muro por fin lograron encontrarla en la casa. Resultó que ella estaba en total desacuerdo con la instalación del mural, era de una postura mucho más conservadora y creía que el mural le iba a traer problemas. En la discusión entre el dueño y la arrendataria, dejamos que Nino se encargara. Finalmente, el dueño, por ser el dueño, no dio su brazo a torcer y ella se tuvo que conformar. Entró a la casa y salió, deseándonos un buen día. Aunque su enojo iba más hacia el dueño, no la vimos nunca más, ni para el día de la inauguración.
Luego de ese momento armamos el mural completo para ir instalándolo en orden. En eso, por órdenes internas, Claudio nos pidió que sacáramos al alcalde del mural porque no se iba a ver bien en términos políticos (y lo habíamos incluido por su petición). Por lo que teníamos dos baldosas, por donde pasaban calles, que teníamos que reemplazar a última hora. A esto se le sumó la repentina desaparición de una baldosa justo al centro del mural. Por más que las buscamos en la bodega de la Digna Rosa, en el taller de mosaico y en la oficina donde guardamos las cosas, no fue posible encontrarla. Fue una lástima. Luego de conversarlo, decidimos poner algunas de las baldosas sobrantes del mural de la Digna Rosa que tuviera color verde a modo de que pasara desapercibido, mientras horneábamos oficialmente las piezas que les iban a reemplazar. Solo por la voluntad de Cristian, nuestro amigo experto en murales de cerámica que nos fue a ayudar, quedó relativamente disimulado ya que él cortó una baldosa blanca para que hiciera de tramo de calle. Por suerte fue así, ya que al no conocer bien el funcionamiento del horno de cerámica de la Casa Escuela, cometimos un error y el horno jamás se apagó. Los colores de las piezas con las que íbamos a reemplazar se desvanecieron. Al final fue un aprendizaje para quienes se quedarán a cargo del espacio del taller, y el arreglo a última hora casi ni se nota en un mural de 200 piezas, nadie nos comentó al respecto.
A pesar de todos los imprevistos, las felicitaciones de las personas en la calle fueron llegando a medida que avanzábamos. Muchos se detenían a mirar o preguntar si es que íbamos a hacer más murales o incluso ofreciendo su muro. Nosotras intentamos ponerles en contacto con Francisco y sobre todo hicimos énfasis en que fueran a la inauguración para poder manifestar interés, en particular al alcalde para que tuviera en consideración los futuros posibles murales que saldrán de la Casa Escuela. Finalmente, a la inauguración asistieron muchas personas: curiosos de la feria, hambrientos de cóctel, personas que participaron del proyecto, amigos y familiares de personas de la Casa Escuela, algunos de la Municipalidad y otros del gobierno central. La señora María Urrea, a quien rendimos homenaje en el mural mismo, también asistió con mucho orgullo. Un pie de cueca abrió el evento y luego varias y emotivas palabras de agradecimiento. El alcalde se comprometió a financiar dos murales más con Claudio. Nos alegramos mucho, finalmente el sentido del proyecto, más que el mural en sí mismo, es poder abrir nuevos espacios de creación comunitaria artística con resultados que beneficien a toda la comunidad y esperamos que este sea el primer mural de muchos.