El ceno, el viento, el estero, el árbol, los patos, los potrillos, la yegua, los gritos, la música, el baile, los matorrales. Una geografía completa para llenarla de vida propia e imaginación sin límites. Para aprender a sentir la sangre, el poder, la energía del instinto profundo. Juegos para domesticar cerros, potrillos, chacras, sandiales. Juegos de poder productivo, Identidad que se desarrolla, solidaria, en camaradería, alegre, asociando la humanidad creadora.
(Gabriel Salazar, Ser niño «huacho» en la historia de Chile (siglo XIX). 2006, pp. 69).
Apenas llegamos a la residencia, además de relacionarnos con la comunidad de Nenquén, también nos relacionamos con el entorno geográfico de la zona, a modo de ubicación en el mapa y también de sensaciones. Recuerdo esas primeras semanas, donde comienzas a calibrar la temperatura ambiente, el calor del verano, lo fresco del momento en que se va el atardecer y llega la noche. Mirar al cielo en la oscuridad del campo y ver un cielo lleno de estrellas.
Los recorridos desde Palmilla a Nenquén nos dejan ver el río, las plantaciones, cruzarnos con arboles de frutas, con la naturaleza y nos deja ver cómo los bonitos paisajes de la zona rural cambiaron con el tiempo.
Recordamos aquel día que quisimos subir al cerro y no pudimos, porque había que pedir permiso al encargado del fundo que hoy es dueño del cerro. Cada día recorríamos un pequeño espacio entre la carretera y las parcelas sembradas. La berma es nuestro espacio de tránsito habitual, peligroso muchas veces por la velocidad de los autos y camiones.
Conversando con los vecinos te das cuenta que en el pasado todo Palmilla fue un gran fundo que se repartieron las familias más acaudaladas, colocando una estaca de un cerro a otro que con el tiempo las herencias, la reforma agraria, la dictadura militar, el sistema económico actual, entre otros factores, le dieron una nueva forma al paisaje, al tipo de fruto, la dirección del río y a los terrenos de los lugareños.
Puedo decir que hoy el paisaje no me genera la sensación de libertad que en un principio experimenté. Hoy día parte importante del paisaje está definido por límites, cercos, portones, alambres de púas. A veces para ir de un lugar a otro tenemos un pequeño espacio entre una parcela y otra, donde a penas pasamos en bicicleta.
Lo que nos narra Salazar es la añoranza del pasado, la misma que nos cuentan los vecinos de Nenquén, antes inquilinos, obligados, peones, zotas, todos conviviendo al mismo lado del cerco, eran parte del mismo fundo. Hoy no, cada uno en su pedazo de tierra, cada vecino indiferente dentro de sus casas. Hoy día el cerro, la camaradería, la imaginación, si tienen un límite, este límite es la viña, la acequia, los vecinos, los cercos. Las divisiones no sólo existen afuera, hoy convivimos con los límites, no sólo con aquellos físicos, sino con los que se construyeron por dentro.