Según el relato de Germán, antiguamente llegaron varias familias mapuches a vivir en los sectores periféricos del casco histórico de Quilleco, especialmente cerca del río, ellos hacían catutos durante la tarde-noche para la cena o el desayuno.
Para tener una primera aproximación nos encontramos con la mamá de Felipe, Rosa llegó a Quilleco en 1982, cuando todavía no estaba asfaltado el pueblo, entonces nos contó que había un flujo de agua que surcaba a través de todo éste, le llamaban el canal de regadío, en el que se lavaba ropa y servía de riego para las huertas. Sobre los catutos nos contó que una vecina, la señora Felisa, hacía para vender. Nos fuimos donde la señora Felisa Lizama, una señora muy amorosa, sobre todo porque estaba muy contenta de ver a Felipe después de tantos años, ella lo recordaba niño, y también porque para todo hay tiempo, especialmente para conversar. La señora Felisa nos contó que hacer catutos es algo muy fácil!, que su madre también hacia catutos, que casi toda la gente hacía catutos y con eso alimentaban a sus hijos. El trigo se compraba, se limpiaba, y se echaba a un ollón con agua hirviendo, luego se esperaba a que enfriara y se amasaba formando lulitos que se podían o no tostar, sobre estos se colocaba miel, o longanizas con ajo, o ají con ajo, el famoso pico ardiendo. Se preparaban en la tarde-noche y podían durar hasta tres días. El sonido que producían las piedras al moler el trigo incidió, para ella, que a Quilleco lo llamaran el pueblo catutero, cada vez que alguien estaba haciendo este sonido desde su casa, se sabía que estaba haciendo catutos.
La señora Felisa también nos habló del canal de regadío que servía para regar las huertas, este venía del molino Ñipal yendo para Tinajón en un cruce que da para el cerro el Diablo. Al regadío lo llamaban La Bocatoma. Luego el regadío no existió más porque cuando había que limpiarlo iban 10 o 20 personas, pero no era suficiente, y después regaban todos.
Luego de estar con la señora Felisa, nos fuimos donde la señora Otilia Lagos y su hija Ana Zapata, apenas le mencionamos que las visitábamos porque queríamos saber sobre sus relatos en relación a los catutos, nos mostraron una piedra gigante para hacer catutos, más grande que la que tengo ahora en casa, sacaron un tronco con forma de arco y una mesa más baja de lo normal, trajeron trigo y nos hicieron la demostración de cómo se molía el catuto. En ensayos, Felipe Bascur le comentó, que si no quedaba molido a la primera se hacia otra pasada, a lo que la señora Otilia respondió que había que molerlo en una sola, claro, ¿cómo no va a moler a la primera? Esta piedra es una herencia que ella recuerda de al menos 3 generaciones, ahora quizás se la heredará a su hija. No sabe bien, como se hacían estas piedras, nos dice que la gente antiguamente era muy inteligente, ahora los jóvenes no crían ni un ave.
La elaboración de catutos para la señora Otilia no es algo tan cotidiano, pero si forma parte de su cultura culinaria, el catuto se hace para comerlo cuando se mata un chancho, y en ocasiones para la once junto al mate, así lo aprendió ella con sus padres.
También nos contó sobre cómo ella recordaba de niña la calle los perros: en este lugar vivían pocas familias, principalmente integrantes de la suya. Su casa se ubicaba frente a un raudal del río y allí se bañaba con sus hermanos, al sur había otro, y al norte cerca del puente otro, a este le llamaban la piscina porque llegaba mucha gente a bañarse, ahora se bañan en la ducha de sus casas, ahora hay harta agua. Más al norte había otro raudal, pero ahí se ahogaron muchas personas porque quedaban estancados entre cuevas en la profundidad. Además nos comentó que antes el agua estaba limpia, que ahora estaba sucia, incluso una vez venía hasta una cocina río abajo. En el río antes se lavaban las frazadas y la lana de los colchones, ahora ella lava estos en una batea en su casa. Aun con todo lo anterior, la señora Otilia en verano siente deseos de bañarse en el río y lo hace.
Luego nos habló sobre el canal de regadío que salía de la propiedad de las Gacitúa Jara, este canal alimentaba todas las huertas de Quilleco, su padre nunca compró verduras, simplemente comían lo que les daba la huerta: habas, arvejas, cebollas, papas, la cazuela se hacía con trigo partido. El canal también servía para lavar la ropa, pero luego empezaron a decir que el agua se ensuciaba al lavar y lo sacaron, en tanto, para ella, el agua que se detiene se pone sucia, si el agua corre se limpia.
También nos contó que su mamá creció en el río Coreo, y que allí luego su padre criaba chivos, entonces hacían paseos familiares en carreta con bueyes, donde llevaban de todo para comer y carneaban un chivo para el asado, en estos paseos era infaltable el colchón para el que quisiera dormir.
De todas estas conversaciones que son un resumen donde destaco lo que se relaciona con el proyecto, quedan muchas preguntas abiertas, difíciles de responder: ¿cómo se fabricaron las piedras?; ¿vivieron familias mapuches en la calle los perros?, ¿ese relato es anterior a lo que la señora Felisa y Otilia pudieron recordar?; ¿podría haber afectado la relación del río con la muerte tanto a los pobladores, como para que de forma no premeditada le dieran la espalda? realmente ¿qué fue lo que sucedió con el canal de regadío?, ¿habrán cambiado su curso al asfaltar Quilleco?, ¿habrán guiado el curso hacia otro sectores beneficiando a privados? O simplemente se secó?