Estos días han pasado lento. La dinámica de esquivar las reuniones y la periodicidad se vuelve una constante. Es muy difícil mantener la atención de los cabros. Hablo nuevamente con las personas que han estado cerca todo este tiempo: Nico, Gonzalo, Claudio, Antonieta, Silvina. Pensamos que la mejor posibilidad es diversificar nuevamente las energías. El trabajo con los cabros es algo que puede o no resultar, y que necesita de otro ritmo. Seguiré trabajando con ellos, y poniendo mi confianza en que cuando llegue Roberto, esto podrá tomar otro norte.
Hablo con Nico Michel, que trabaja en la escuela Bernardo Ñanco, donde antes estuvimos haciendo las máscaras, porque pienso trabajar con los niños de 5o básico de esa escuela.
Eso sí, esta vez quiero hacerlo fuera de la institucionalidad. Converso con Antonieta, encargada de cultura, y le propongo generar un proceso de laboratorio en el espacio que ella está desarrollando junto a las demás personas que trabajan en cultura.
Este espacio, que es casi una toma, porque en realidad funciona en un módulo abandonado de lo que era el Liceo, y en la que era la casa del director del Liceo, ahora se ha convertido en la «escuela de artes y oficios», o al menos ese es el norte que se le quiere dar.
Le propongo trabajar con los niños de la comunidad El Naranjo en este espacio y ella en principio me dice que es muy difícil que los papás dejen a los niños participar. Que esa comunidad ha sido evangelizada casi completamente y que es muy complejo trabajar ahí. A estas alturas esos obstáculos me parecen menores y sigo con mi idea.
Me reúno con Nico y con Víctor, quienes trabajan en la escuela, y les propongo la idea.
Están de acuerdo con este nuevo proyecto y quedamos para hacer una invitación lo antes posible.