En la visita del mes de Julio, visité a laseñora Ruth, presidenta de la Junta de Vecinos (JV) del sector de Chillancito. En esa oportunidad, me contó sobre las acciones de reciclaje que desarrollaban como organización, y yo, sobre el motivo de mi visita. Días a atrás, me puse en contacto con ella para saludar y contarle que ya estaba de regreso. La invitación a tomar once fue inmediata, así que partí a su casa, después del cementerio.
Siempre agradezco mucho estos gestos, permitirme entrar en la intimidad de una familia es algo muy especial para mí. En la ocasión, ella reía por el pan de pascua servido en la mesa —lo adelantado que le parecía—, y la acompañaba la Tesorera de la JV. La conversación fue de un tema a otro, familias, la comuna, el proyecto, la historia de Chillancito. En los años ochenta, la comunidad que hoy reside en este sector, habitaba otro lugar, terreno del cual fueron trasladados y que se convirtió en un espacio para el trabajo forestal. Me contó también que en algunas ocasiones han regresado, y que entre los pinos solo queda algo del piso de lo que fue la Escuela. Sobre el proyecto, conversamos en torno al carácter que tiene esta residencia y su relación con los jóvenes. Ante esto, me ofreció convocar a la comunidad para que les cuente de qué se trata. Me llamó la atención su insistencia en realizar la convocatoria a cierta parte de la comunidad y no realizar un llamado abierto, como es mi intención.
Anoche fuimos al circo, me invitó a sumarme a su salida dominical —y panorama familiar para muchos Curanilahuinos/as—. Pareciera que los circos llegan con bastante frecuencia. Cuando entramos, me puse a pensar en los años que han pasado desde la última vez que asistí a uno y fue imposible recordar la última vez ¿serán unos… quince años?
En la pausa que divide el espectáculo en dos, un vecino junto al dueño del circo, se acercaron a la señora Ruth para iniciar un diálogo respecto a algún espacio disponible en Chillancito donde instalar el circo en el futuro, pues uno de los dos terrenos que ocupan en sus visitas, fue vendido y se construyó un supermercado. Temen que con el terreno actual ocurra lo mismo y que la comunidad de Curanilahue quede sin acceso a una expresión, que al parecer, consideran parte de su cultura.
Ayer vi el espectáculo desde otra perspectiva y me cuestioné varias de las dimensiones que conforman el circo, esas que en la niñez y adolescencia fueron invisibles. A pesar de ello, no dejaron de sorprenderme la magnitud de sus oficios.
¿Quién lo iba a pensar? volver al circo, en Curanilahue…