El Salto nos sorprende con lugares escondidos. Al recorrer el camino que va al cerro, desde la altura, se puede apreciar el valle cubierto de cultivos, todo verde y en orden. Traspasando los límites del camino aparecen las sorpresas que a simple vista pasan desapercibidas. Guiadas por José y Gladys, llegamos a un tranque que se esconde cerro abajo camuflado por la vegetación y las casas del sector, habíamos transitado varias veces por ahí sin percatarnos de su existencia. Tras cruzar un delgado tronco que pasa encima del canal que bordea la calle, llegamos al tranque. Comenzamos a recorrerlo por la orilla, vemos cómo la vegetación va mutando, comenzando el recorrido con una alta maleza que metros más allá se convierte en una especie de bosque. De pronto no hay más árboles, nos encontramos de frente con la plantación de una viña. El aire se vuelve acido, nos comentan que es producto de los pesticidas, se hace irrespirable. Damos media vuelta y comenzamos a devolvernos.
Saliendo del bosque nos detuvimos bajo una sombra, nos recostamos un buen rato a contemplar el entorno. Nos preguntamos si estos pesticidas afectarán la salud de las personas que ahí habitan, en toda la zona se utilizan, inclusive frente a la escuela, separada solo por la calle principal se ubica una gran plantación de cerezas, en la que flamea día a día una bandera que alerta el uso de ellos. En ocasiones la hemos visto roja, alertando el peligro latente.