Nos levantamos muy temprano, pues hoy debíamos dejar ordenada la casa donde nos alojamos, si bien llevamos días ordenando, los detalles finales solo los podíamos hacer el último día, cuando ya dejáramos de utilizar la casa. Hoy nos vamos de Neltume y mientras todxs ordenamos, el silencio sepulcral de la casa anuncia la nostalgia inevitable.
Llegamos a las 14:00 al Centro Cultural Museo y Memoria de Neltume, llenxs de maletas y bolsos, y comida. Con mucho entusiasmo nos pusimos a preparar el cierre simbólico que habíamos acordado previamente. Como se trata de temporada alta, el pueblo de Neltume se transforma por el turismo, teníamos claridad que muchas no iban a poder participar, pues varias fueron confirmando que tenían que atender puestos o estar en sus trabajos.
Detrás del Museo dispusimos las mesas y sillas de nuestro espacio en el exterior. Ahí, con la sombra para protegernos del calor, comenzamos a tejer la pieza colectiva, aclarar dudas del ñimikan, hilar lana, comer y compartir, esperando que llegara la mayor cantidad de integrantes. Llegaron Carmen H., Isaura, Carmen Ll., Eliana, Yaneth, Angélica, Janette, Gloria H, Janet, Gloria Z, Marly, Anita, Violeta. Faltaron Irene, Nayaret y Myriam, pues tenían trabajo toda la semana.
Mientras algunas tejían concentradas, otras compartían mate y secretos de cómo hilar. Antonio se dedicó a compartir sus conocimientos con quienes estaban con dudas, mientras que Anita, Yaneth y Gloria Z. se dedicaron a terminar la pieza textil colectiva. Otro grupo se reunió a practicar ñimikan y embarrilar algunas piezas. Fue hermoso ver que ya solamente necesitamos estar todxs juntxs para que se active una dinámica colectiva múltiple. Cualquiera podría pensar que llevamos años trabajando tan organizadamente. Sergio Cerda, quien fue parte del cierre de etapa, de alguna manera se da cuenta de esto. No hacemos un acto, no hay un escenario, pero el flujo del quehacer colectivo da cuenta de una energía construída por todxs.
Ya cerca de las 16:00 horas, la energía bajó un poco y aparece un silencio que nos invita a propiciar un círculo para que compartamos algunas reflexiones finales, o de medio camino, que de alguna manera marcan esta etapa de vivir en el territorio. Fue imposible no quebrarse, no sentir pena y orgullo de la calidad afectiva y reflexiva que nos regalaron las tejedoras. El regalo más hermoso que alguien puede entregarle a otrx es su tiempo, su voz y su mirada. En las conversaciones afectivas que tuvieron a solas con Constanza se articuló esta dimensión de manera íntima. Por eso ahora en círculo la energía es tan emotiva, pues se ha co-dispuesto un espacio seguro de escucha sin violencia, sin una jerarquía implícita.
Dentro de los comentarios que quedan en nuestra experiencia hubo algo que se dijo que estuvo presente en casi todas las palabras. Nos agradecieron por el buen trato, por la paciencia, por el respeto y una de ellas nos dijo algo especialmente bello: “acá no se trató de un taller o de un curso, no sé cómo lo hacen chicos, pero ustedes lograron levantarnos como comunidad, como un grupo con autoestima y que se sabe capaz de seguir adelante”.
Por eso cuando se siguieron compartiendo las palabras de cierre no fue sorpresa que las tejedoras plantearan seguir juntándose sin nosotrxs, es decir, continuar con el ímpetu de compartir y apoyarse en el tejido y otras labores que puedan aparecer que puedan interesarles a todxs. El Museo, mediante Angélica Navarrete, tomó de inmediato este deseo y le dió un espacio seguro para que se materialice esta continuidad de la comunidad, ofreciendo sin condiciones el espacio, dando a entender que el Museo les pertenece a ellas también. Asimismo las tejedoras consultaron cómo hacer para que nosotrxs podamos volver por otra temporada para seguir haciendo cosas, compartiendo conocimientos y mostrando lo que hacemos a otras comunidades y localidades de la zona, como una forma de expandirse y compartir más el conocimiento.
Por nuestra parte, agradecimos en primer lugar a Angélica y al Museo, por la disposición y el apoyo incondicional que han dado a este proyecto y a otros que hemos desarrollado previamente en conjunto. Agradecimos al programa Red Cultura, al Ministerio y con especial atención a cada una de las tejedoras que confió en nosotrxs, en unxs jóvenes medixs extrañxs, pero muy sensibles, que vieron en ellas muchas cosas bellas y que gracias a conocerlas podemos ver en nosotrxs mismxs y en el resto del mundo hoy. También nos sentimos parte de la comunidad, somos unx más, con nuestro lugar de enunciación diferente, pero políticamente estamos en el mismo espacio de reconocimiento y de capacidad de agencia.
Luego de que todxs habláramos en el círculo hicimos un afafan que selló la emoción del silencio convirtiéndola en energía creativa y en cariño compartido mediante el sonido. Apenas terminamos de compartir y de conmovernos, propusimos dar el cierre simbólico mediante el corte de la pieza textil. Momento muy importante pues es cuando ya se abandona el trabajo de tramar, es decir, se acaba el tejido, se acaba el laboreo y se abre el textil para disponerse a otro procedimiento: las terminaciones. Todas las tejedoras que quedaron al final cortaron un pedazo de la urdimbre, simbólicamente cortando como colectivo la pieza.
Ya estando libre el textil podemos observar que es pesado, un poco rígido, pero todxs coincidimos que está hermoso. Todxs lo tocan, nos sacamos fotos con este textil, lo miramos, lo estudiamos de cerca y planificamos de inmediato: el textil quedará en casa de Anita y en Marzo, en un día en nuestro regreso, haremos una acción de tejer entre todxs los cordones en un día.
Ya son las 17:00 horas, en dos horas sale nuestro bus. Ordenamos rápido, nos sacamos más fotos, más abrazos y besos. La promesa de que se seguirán juntando queda como un compromiso que anhelamos se cumpla, que lo puedan realizar y concretar porque tienen ganas de hacerlo, no porque es un compromiso con nosotrxs.