En el marco de las intervenciones urbanas que buscábamos desarrollar junto a la comunidad hace un tiempo atrás, revisamos espacios con significado para los habitantes y así aparecieron varias opciones de trabajo: en el campo, en La Alameda, las casas de adobe, etc. Uno de estos es el “Puente los Maquis” una estructura de hierro y remaches con 117 metros de largo, que pasa por encima del Estero de Chimbarongo. Es una estructura mecano de tres arcos invertidos y grandes durmientes que antiguamente fue usado como parte de la ruta del ramal de San Fernando a Pichilemu. Actualmente se encuentra en desuso, desde el terremoto del 2010.
El puente es un objeto fuertemente cargado de memoria y recuerdos, no solo por la comunidad de Nenquén, sino que para la región completa. En este sentido buscamos abordar la memoria a través de estos lugares de significado. Sin embargo, la duda siempre estaba en la cómo realizar un tratamiento sensible de la memoria y que fuera sutil a la hora de tratar el objeto. Así nace la idea de iluminar el puente y otros hitos del sector junto a los vecinos.
La idea era conseguir lámparas, un generador o baterías de auto y poder registrar ese momento, pero como otras veces en esta residencia las ideas cambian, en la primera intervención de la “Alameda” apareció René, Lola y Cristofer, la familia que tiene el emprendimiento en eventos y quienes prestaron equipos y ayuda técnica para desarrollar la primera iluminación. Con esa primera experiencia nos reunimos al día siguiente para revisar y evaluar todo lo necesario para llevar a cabo la idea, teniendo en cuenta lo complicado que esta tarea conllevaba, para que de este modo, pudiéramos prever posibles factores de cambios para la iluminación del puente. Entonces hacemos unos planos y bocetos con un “diseño de luces”. René sabe bastante de electricidad y saca cuentas de cuánto podremos iluminar en relación a la cantidad de energía que consumiremos. Finalmente está todo listo y cuando caiga la noche lo haremos.
Cerca de las ocho y media de la tarde nos juntamos debajo del puente. Llegan más vecinos que ayudan a desmalezar caminos a cablear y montar focos. Conversamos de cómo se verían bien las luces, mientras, por otro lado, el equipo que registrará la intervención, revisa sus cámaras, puntos de registro y se instalan trípodes. En paralelo, la presidenta de la junta de vecinos -Jessica- nos cuenta que se consiguió permiso con carabineros para desarrollar la actividad. Finalmente se oscurece y se encienden los focos.
Siendo un grupo de quince personas nos sorprende la llegada de varios vecinos a ver la intervención. De pronto estamos en grupos pequeños sacando fotos con los celulares, se generan conversaciones, paseamos debajo del puente y nos olvidamos de los autos y camiones que pasan por encima de nosotros. El puente se ve hermoso, imponente y monumental, no existe contaminación lumínica cerca y eso lo hace resaltar. Probamos con colores sobre los focos de luces, cambiamos direcciones, iluminamos el río, probamos todo lo que podemos hasta que se acaba la bencina del generador, solo ahí vemos lo tarde que se hizo y guardamos equipos, revisamos fotos de la intervención y celebramos el trabajo.
La iluminación nos permitió trabajar el objeto de forma sensible sin ser invasivos. Esta experiencia efímera, genera un vínculo con la memoria y el presente, se logra el objetivo que creemos es resignificar la historia. Pues en todas las generaciones se generan diálogos, hoy desde un punto en común que es en este momento el Puente los Maquis.
Es una experiencia conmovedora también ver cómo nosotros y la comunidad sacamos adelante un proyecto sólo con tener las ganas de hacerlo y disfrutar de ese trabajo alimentando nuestra vista, nuestros sentidos y nuestra memoria.