Terminada nuestra primera reunión con la comunidad, noto entusiasmo en el ambiente, incluso compromiso, la convocatoria tuvo efecto positivo y vecinos de todas las edades se dejaron ver, cada uno opinó, recordó, compartió ideas, hubo espacio para tomar un té, un café. Cerrando la jornada, los vecinos nos invitan a sus casas para compartir fotos e historias. Es así como quedamos de visitar a don Romualdo, don Cheno y don Juan, particularmente ellos son de la generación más longeva de Nenquén, todos en el arco de las 90 pepitas, algo poco, pienso.
El primero en visitar es don Romualdo, vive junto a su esposa Victoria, es ella quien está a cargo de todo en su hogar, nos saluda mientras regaña a las gallinas que estaban escarbando su jardín. Nos hace pasar y ahí nos encontramos con don Romualdo, sentado en su silla de ruedas y con problemas de audición, a pesar de esto se encuentra lúcido y la vista no le falla. Pasamos algo de dos horas conversando con la pareja, recabando información, también contándoles quienes somos y que hacemos por estos lados, terminamos la entrevista con una foto de la pareja, un abrazo y un apretón de manos.
Seguimos hacia el hogar de don Cheno, nos recibe su hija que nos hace pasar y nos lleva a la parte de atrás del sitio, a lo lejos se ven dos hombres cortando un árbol, ahí está Don Cheno, con un pollerón de la selección chilena y unas zapatillas, parece más joven que el día anterior, nos saluda y nos convida a pasar a su casa, caminando detrás de él me llama la atención el vigor de sus pasos, habla claro, está muy lúcido y está decidido a contar su vida. Se sienta, prendemos la cámara y comienza a hablar, uno tras otro vienen los recuerdos rápidos y claros, mueve sus manos, los pies, gesticula y se ríe de sus historias, lo miro y pienso que es un joven inquieto, que tiene energía, que los 90 años no se le notan, solo sus historias lo delatan. Pasamos por recuerdos de niñez, juventud, matrimonio, trabajo, cáncer a la piel, anécdotas varias, de su esposa que lo dejó, y de cómo el terremoto del 2010 derrumbó su casa de adobe.
Cada uno de sus recuerdos está ligado al campo, a este pedazo de tierra llamado Nenquén, del que nunca se fue.
Gemita, la secretaria de la junta de vecinos, nos invitó a un almuerzo a su casa para conocer a su suegro, don Juan, quien el 10 de diciembre celebrara sus 90 años. Gran parte de sus años los pasó con una parálisis y algunas fracturas producto de un accidente a caballo. La familia de Gemita está entregada del cuidado y el bienestar de don Juan, casi todo gira en torno a él.
El almuerzo es largo, contundente y conversado, nos acompañan Miguel, el esposo de Gemita, y sus dos hijos. Otra vez las historias afloran, conversamos de la familia, los estudios, política y religión, don Juan escucha poco, pero nos habla y recuerda historias que nos cuesta entender del todo, pero ahí está Miguel, su hijo, que le entiende todo y nos ayuda. Les pedimos una foto familiar, damos las gracias por la invitación y quedamos de seguir viéndonos.
Pienso en los 90 años, pienso en mi abuela que se fue hace un rato con 90 u 89, pienso en mis padres que se acercan a los 65, pienso en mis 32 pepitas que no parecen nada, pienso en la vida, en su extensión, en las vivencias que marcan los rostros y el cuerpo, pienso en la familia, la soledad, las alegrías, pienso en como miraré hacia atrás, es imposible ser indiferente a esta cantidad de vida.
Ni siquiera sé si llegaré a los 90… en qué condiciones estaré, quien seré…. un Romualdo, un Cheno, un Juan?