Como ya es habitual, nos reunimos todos los miércoles en nuestras jornadas de encuentro en torno a compartir conocimientos sobre el arte textil mapuche. Desayunamos con el primer grupo y luego bajamos a la entrada del Centro Cultural Museo y Memoria de Neltume para reunirnos bajo unos árboles de raulíes que le dan cobijo y sombra, por los días primaverales que nos han tocado afortunadamente.
Sobre la mesa dispusimos los distintos ngerewe que Edgardo talló para ellas, algunos son de mañío y otros de raulí. Lo que hicimos para comenzar esta jornada fue una pequeña ceremonia de entrega de ngerewe, donde nos pusimos en círculo a contemplar por unos segundos cada pieza de madera en el centro, siguiendo sus formas, vetas y colores con los ojos. Una a una eligió su ngerewe, para la mayoría era su primera herramienta para tejer. De este modo, mientras pasaban a escoger el suyo, decían unas palabras que le daban mayor fuerza y sentido a lo que estamos haciendo: muchas compartieron sus anhelos de no dejar de tejer nunca, de recibir con mucha emoción cada ngerewe con el que pasarán largas jornadas tejiéndoles alguna prenda a sus seres queridos. Cerramos esta jornada con un gran afafan y nos fuimos a tejer al segundo piso de la casa. Así se nos fue la mañana entera, muchas ya aprendieron a tejer y cada vez lo hacen más rápido. Nos acompañamos en el proceso que cada una ha iniciado, a las que les ha costado más comprender todo el complejo mundo del arte textil mapuche, hemos vuelto a repasar paso a paso cómo urdir, cómo hacer los tonon, cómo tramar. Muchas de las que ya sabían de antes han asumido ese liderazgo: ayudarse entre ellas como gesto de reciprocidad y colectivización.
Volvimos a una reflexión que se conversó en la sesión anterior: sobre la importancia de los tonon o de nuestros ayudantes en la vida. Porque en el procedimiento del telar, los tonon sirven para “traer” hacia adelante lo que está atrás, nos ayudan a no ir hebra por hebra invirtiendo su sentido. La conversación fue muy profunda al respecto, pues comenzaron a aplicar cómo son sus relaciones de familia, de pareja o de amistades. En este espacio de confianza que hemos procurado construir colectivamente, también le dimos sentido a cada paso del tejido para aplicarlo a nuestras vidas, y con mayor énfasis, en cómo una experiencia de arte colaborativo se ha vuelto una práctica de küme mongen (buen vivir) y de küme felen (estar bien).
Por la tarde la jornada se tornó distinta, el número es más numeroso y son mucho más extrovertidas, de manera que la ceremonia de entrega de ngerewe se hizo un poco más larga, nos dirigimos al frente del Centro Cultural Museo y Memoria de Neltume donde hay un pequeño bosque de raulíes, hualles y notros que conforman un pequeño círculo. Nos pusimos en el centro del bosque todas juntas observando los ngerewe, pero también contemplando los árboles moverse agitadamente por el viento sobre nuestras cabezas en silencio. Ahí la emoción nos desbordó a todas y todos, hubo miradas de afecto y de complicidad en lo que estábamos haciendo. Hablamos de cómo la tejedora arma su propia red y logra tejer lo intangible que es la comunidad y el afecto, así una a una comenzó a elegir su ngerewe y fue diciendo algunas palabras. La potencia del gesto de enunciar nuestros recuerdos, nuestros anhelos, nuestras experiencias, ha sido clave para que la comunidad de tejedoras se vaya fortaleciendo.
Luego nos fuimos al segundo piso de la casa a pasar la tarde tejiendo. Recordamos lo que Margarita nos contaba sobre el relmü o arcoiris, comprendido como las posibilidades de las tejedoras de hacer colores y de componer con las lanas complejas tramas, dibujos y composiciones de colores. Muchas nos manifestaron sus relmü personal, las gamas de colores que anhelan tejer. La señora Violeta nos dijo que le emocionaba mucho estas jornadas donde nos hemos reunido periódicamente, que se ha sentido fortalecida y agradecida de la solidaridad de sus compañeras, por eso sueña con tejer un camino de mesa, donde pueda invitarlas a todas a tomar mate y compartir una tarde de verano. Nos emocionan sus palabras, cada gesto de confianza estrechado. Reunirnos cada miércoles se vuelve un vértigo de emociones, de entretejer nuestras memorias.