Es un día caluroso, los rayos del sol rebotan en el asfalto, el viento nos refresca mientras ganamos metros montados en nuestras bicicletas. Nos dirigimos juntos a los chic@s de Servicio País a una entrevista con Millahuino (personaje local de Agua Santa que preserva la cultura del canto a lo divino), quien antiguamente estuvo vinculado a los asentamientos como dirigente.
Una vez en su casa entramos al terreno, los portones y puerta de la casa están abiertos de par en par, pero no se ven señales de vida, Millahuino no está en su casa. Al rato Millahuino aparece desde el fondo de su parcela y nos saluda amablemente y nos invita a pasar bajo un parrón, donde conversamos largo rato. Luego de una hora de conversación Millahuino está inquieto, nos pide un recreo y nos invita a su parcela a cosechar papas; él entiende que nuestro interés por su vida implica tanto el general como el particular, Millahuino se sabe un personaje y cada conversación, invitación o recuerdo que nos deja ver nos permite adentrarnos en su historia de vida, conocerlo un poquito más.
Hasta ahora nunca había cosechado papas, ni siquiera sabía cómo era su mata, Millahuino está dirigiendo la pala, la hunde profundo en la tierra, nos indica las tareas, rápidamente cada uno tiene su rol, al poco rato ya tenemos un tarro lleno de papas. Mientras trabajamos, Millahuino nos regala décimas, pallas y una que otra historia, nuestro anfitrión es motivado y no quiere que pasemos hambre ni que nos quedemos dormidos.
Es interesante cómo un grupo de desconocidos nos encontramos compartiendo de esta forma, cómo un grupo de personas de diferentes edades, generaciones, incluso de diferentes ciudades, oficios y profesiones puede entablar vínculos y compartir experiencias tan familiares, que en otro contexto sería imposible vivenciar. Hace sólo dos meses no había entablado conversación con casi ninguno de ellos, eran completos desconocidos para mi, y hoy me encuentro conversando, riendo, cosechando papas, cocinando y compartiendo una comida con todos ellos. Es extraño entrar a una casa desconocida, que alegremente nos reciba su dueño Millahuino, que conversemos de forma familiar, que te inviten a trabajar un poco y a cocinar todos juntos unas papas fritas (sin dejar de mencionar que las papas fritas son una bendición a cualquier hora, cualquier día y en cualquier lugar).
Aquí estamos, Millahuino, los compañeros de Servicio País y nuestro colectivo, lo que nos reúne hoy no es una entrevista o hacer buenos registros, si no, el interés de conocernos, compartir y trabajar desde nuestros campos (aptitudes, intereses, profesiones o como quiera llamársele), salir de las ciudades más grandes, abordar un espacio común y reflexionar colectivamente. Creemos que esta es una experiencia nutritiva para nuestro colectivo, para la gente de la localidad y profundamente para cada uno. Experiencias como compartir una tarde con Millahuino, sacando papas de la tierra, nos ayudan a comprender un poco más las implicancias del compartir y colaborar, ese trabajo que supone una actitud distinta, nos obliga a estar dispuestos a aprender lo que no sabemos y lo que sabemos ponerlo a disposición de los demás, a hacernos conscientes de lo que nos rodea, coordinar nuestros saberes y emociones en alguna tarea, cualquiera que sea está, en función de un proyecto en común como hoy día una tarde de papas fritas.