En las calles de Lago Verde, solía observar el contemplativo paso de un niño alado de su caballo. Otra vez lo vi junto a otro chico en dirección al cerro, cada uno traía en sus manos un lazo. Luego supe que eran hermanos; Benjamín y Joaquín Provoste.
Vi a Benjamín practicar con su lazo en un auto viejo frente a la comisaria. Joaquín, estaba más arriba sentado en la berma de la calle, con su mano derecha miraba su celular y con la izquierda sostenía el lazo. Ese día decidí hablarle, para mi sorpresa noté en sus palabras su capacidad observadora. El me observo durante los mismos que yo lo observé a el. Inmediatamente hablamos de caballos, dejándome invitada a la actividad campestre que se realizaría esa misma tarde en la medialuna.
La actividad era una demostración tipo concurso para niños, consistía en ENLAZAR: revolear el lazo para enlazar del cuello al animal. APIALAR: agarrar con el resto del lazo las patas delanteras o traseras del animal y JINETEAR: montar por la mayor cantidad de tiempo el animal.
El animal era una oveja de un piño recién equiladas.