Don Víctor y la Señora Rosa compañeros de vida y artesanos que trabajan juntos, ambos son autodidactas en la artesanía, ella es la encargada de hacer los bocetos y dibujos de animales, aves o personajes que delimitan lo que después Don Víctor le dará forma partiendo con la motosierra para pasar a detallar con distintas herramientas que el mismo ha fabricado desde la reutilización de otras herramientas en desuso, una vieja lima oxidada se transforma en filosas juvias que le darán forma a la beta antigua o un clavo de 4 pulgadas, que su punta se ha modificado y dividido en cuatro, para pasar a ser un punzón de patrón con mango de Lahual cuidadosamente tallado y anatómico a la mano que trabaja.
La escoria que la industria maderera dejo al abandono en las huellas que se adentran a un bosque que resiste al extractivismo mas brutal que ha visto esta tierra. Ellxs lo resignifican en una economía de vida, recolectores que re-contextualizan el material de una tragedia ecológica y se vuelve doblemente atractivo cuando desvelan de un pedazo me madera milenaria un cuerpo local, un animal nativo o un ave en peligro de extinción, formas que habitan esos senderos, sigilosos en la sombras de los alerces jóvenes que insisten en buscan el sol y volver a recuperar la magia que les mapuche invocaban para llevar a la muerte a los primeros colonos en la espesura del verde nativo, como si el bosque al igual que el mapuche, estuviesen defendiéndose de lo que vendría.
El cierre de un proceso nos hace pensar y evaluar lo vivido, lo experienciado, nos vamos contentos al ver los ojos vidriosos de las personas que colaboraron con el proceso, ver en sus corporalidades la gracia de sentirse valorados en sus oficios y experiencias. Compartimos comidas y risas, un par de lágrimas vi caer a lo lejos al presentar la pieza que ellos realizaron, el video del proceso, entrevistas y libro que recopila sus relatos e historias de trabajo y la construcción de una comunidad que vivió las dura y las maduras en un paisaje milenario. Conversaciones que nos compartieron desde la calidez de sus hogares, lo difícil que es habitar un lugar como este, sinceras reflexiones del daño causado a la Mapu del Lahual, ejemplos de personas que se metieron a la industria maderera y desertaron porque no podía quitarle la existencia al abuelo árbol, un respeto que pocos tuvieron pero que ahora es conciencia colectiva por que entendieron que la vida tiene que ser recíproca y no un recurso agotable.
Nos vamos con sensaciones encontradas, no fue fácil trabajar aquí, el clima, el aislamiento, desencuentros típicos de procesos intensos pero también la enseñanzas de vida de estos habitantes de Caleta Cóndor, lo increíble que puede llegar a ser la Ñuke Mapu, son cosas que nos nutren a nosotros como personas y la comunidad, pero sobre todo, mantiene viva la memoria local.