BitácoraResidencias de arte colaborativo

Residencia: LAHUALCHE: escrituras corporales en territorio ancestral Río Negro - Caleta Cóndor, Los Lagos - 2018 Residente: Paula Baeza Pailamilla
Publicado: 14 de noviembre de 2018
Huellas, piedras, secretos

Don Luis, nuestro amigo y vecino, nos llevó a dar un paseo por la orilla del río. Este camino a veces es amplio, fangoso, y otras muy estrecho, ya que se hace por toda la orilla de un gran cerro denominado “Isla Tortuga”, por la forma que tiene. Don Luis nos ha contado muchos secretos, misterios que hay en este lugar en torno a la antigua extracción de oro por los españoles, barcos piratas hundidos (que solo un par de buzos han podido ver y tocar) y un sinfín de otros relatos. En esta caminata, particularmente, vamos a lo que él llama un cementerio indígena.

Es sabido en la caleta que en una pequeña playa que está al ingresar por la barra (lugar donde se une el mar con el río) hay enterradas vasijas, cántaros y diversos elementos mapuche previos a la llegada de Colón a este continente. La señora Rosa nos contaría más tarde que ella misma encontró un moledor de piedra. Es entonces que se dice que ahí hay un cementerio indígena, pero de esto no hay evidencias más que todos estos utensilios que están enterrados aquí, y que los turistas, al enterarse de esto, cavan y sacan lo que puedan encontrar. Dicen que antes había muchas cosas, y que ya queda muy poco porque la gente se las lleva.

Pero don Luis nos lleva a un lugar diferente que está justo enfrente de esta playa, cruzando el río. En medio del bosque, nos muestra que hay muchas pilas de piedras grandes, amontonadas a lo largo, que algunas ya están medias desparramadas, pero él asegura que ahí debieron enterrar antiguamente los mapuche a sus muertos. Nos dice que él estuvo en un rito para la muerte de otra persona cuando era muy niño y cuenta que no enterraban el cuerpo, sino que lo extendían sobre la tierra y lo cubrían de piedras. De ahí viene su teoría de que estos antiguos montículos, cubrieron en algún momento un cuerpo. Lo más impresionante es que casi todos esos montículos tenían un árbol en medio, incluso algunas piedras se habían corrido para darle espacio a arrayanes y olivillos. No tenemos certeza de lo que conjetura don Luis sea real, pero sí es verdad que alguien puso esas piedras ahí, hace muchísimo tiempo, y que en medio crecieron estos árboles. Pensar que estamos en medio de un bosque, y en medio de un cementerio nos llena de emoción. De todas formas decidimos no quedarnos demasiado tiempo así que nos vamos.

En el camino de regreso, don Luis sacalawenpara su hermana y nos va señalando para qué sirve cada planta que arranca.

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