BitácoraResidencias de arte colaborativo

Residencia: LAHUALCHE: escrituras corporales en territorio ancestral Río Negro - Caleta Cóndor, Los Lagos - 2018 Residente: Paula Baeza Pailamilla
Publicado: 6 de noviembre de 2018
Imbunches e híbridos domésticos

Para habitar estos parajes es de vital importancia la postura creativa para solucionar las necesidades que se van presentando, la escasez de material y la lejanía de la ciudad, hacen de este territorio un espacio que obliga a repensar la obsolescencia de los objetos. Es por ello que es común ver el reciclaje de materiales en sus distintas variantes. Existe una ingeniería hechiza de larga data, una forma de pensar la materialidad, donde la comodidad del comprar y pagar es ajena. La reutilización de los objetos y materiales que pierden su función primera y quedan abiertos al ingenio local, produce distintas variedades de imbunchese híbridos domésticos que vamos presenciando en el andar: un pick-up de camionetas convertido en paradero con la entrada a la contra del viento y con sus ventanitas dando a la carretera para ver si viene la micro, una ex boquilla de tetera reutilizada como perchero, bisagras de cámara de bicicleta para las puertas de un baño de poso que ya en sí mismo es una obra de ingeniería ecológica, la tapa de una ex maleta como soporte para amasar el pan, una bomba manufacturada de pvc que succiona el agua que entra al bote, una simple botella de vino sirve de uslero, el tarrito de café con una manilla interna de madera, que en su superficie exterior se le enrolla el hilo de pescar sirviendo de caña, y en el agua se reemplaza el plomo con cualquier objeto de peso: una bujía o candado viejo, un pedazo de fierro macizo para hacer descender el anzuelo, la carnada es el chanchito de mar que se saca con pala a la orilla de la playa. Una ex caja de herramienta sirve de contenedor de pescados, sabanas de saco, las que presenciamos no se sabe su data pero pareciera que son eternas, con esos mismos sacos y dos cuerdas se hacían mochilas para traer el sustento alimenticio cuando no había ni lancha, solo huella al interior del bosque.

Otra línea de creación del ingenio local son los trabajos en madera, material en abundancia que abraza las casas con su cercanía y las erige completamente. La antigüedad de este saber se traspasa en la práctica y en la observación, la diversidad de objetos es amplia, la tejuela local es la síntesis de un conocimiento pleno de la materialidad y sus características. Consiste sencillamente en un pedazo de árbol trozado a una medida estándar y se desgaja un centímetro aproximado en dirección de la beta recta del alerce, así en un movimiento rápido y repetitivo, se hacían de mil a milquinintas tejuelas diarias. Al bajar las tejuela también florecían modos muy autóctonos de salir al paso, colocando en los hombros un par de tejuela como un alerón donde con cuerdas se apretaban entre 25 a 30 tejuelas debajo de cada  brazo.

Otra manera de bajar las tejuelas era el antiguo Viloche, ahora en desuso. Consistía en una especie de trineo para el barro con tracción a 2 bueyes que podía bajar grandes cargas de tejuelas, aproximadamente 10 mil por viaje, se hacía a medida del ancho de la tejuela y la huella de camino, estos servían para dos o tres viajes, ya que se desgastaban bajando la montaña. Cuando esto sucedía, había que confeccionar otro nuevo. Actualización de ese sistema son las carretas aun en pleno uso para acarrear la leña, ruedas, ejes, estructuras, pasadores, todo de madera. Otras formas de versatilidad con la madera son las bisagras que sostienen grandes portones a la entradas de los campos, personas que sin tener introducción en la confección de botes, solo el relato en el aire, han logrado crear sus propias embarcaciones en la urgencia de hacer más expeditos los viajes fuera de la caleta, maquinas para hilar lana, una especie de huso semi industrial con tracción a pedal que, con engranajes rústicos, logra hilar finamente hebras de lana natural que después se transforman en calcetas o gorros para el frío. La adaptación al medio por parte  de los lugareños nos habla de un modo de existir activo en sus propias economías locales, cualquier avance tecnológico logrado desde el ingenio y la reutilización, se muestra como una resistencia local a la pasividad dependiente del fetiche mercantil. Aunque las comodidades que el capital secreta conviven con estas otras hechas a mano, se aprecia una resistencia local autogestiva que estratégicamente funciona en un aislamiento desconfiado del devastador avance neoliberal.

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