Lafamiliateatro, nombre de nuestro colectivo que se encuentra desarrollando esta residencia en Laguna Blanca, está compuesto por un equipo multidisciplinar que en esta ocasión contempla a 6 personas. Cada uno de nosotras y nosotros ejecutamos tareas específicas en directa relación con nuestras mayores competencias, conformándonos como un grupo que se basa en la idea del trabajo complementario, carácter fundamental que potencia y enriquece cada una de las experiencias que llevamos a cabo. Es en ese sentido que, partiendo desde nuestra propia visión como organización, creemos profundamente en el valor de la colaboración, el trabajo en equipo y la relevancia de la multiplicidad de visiones en los procesos de creación.
Esta semana contamos con la presencia de nuestro compañero Eduardo Luna, director y dramaturgo de la Compañía, y quien además de dirigir la ejecución de esta residencia, está encargado de la investigación y edición de los contenidos del relato que acompañará el registro fotográfico en el libro que publicaremos. Eduardo llegó a Villa Tehuelches y de inmediato comenzó a conocer a gran parte de los colaboradores del proyecto. Los vecinos y vecinas que actualmente participan en esta creación lo recibieron y acogieron prontamente como uno más. Se entrevistó con ellas y ellos en diálogos casuales, informales, profundamente humanos y desde allí comenzaron a nacer las primeras interrogantes que ponen en tensión la construcción que pretendemos llevar a cabo.
¿Cómo se escribe una historia que no es la propia? ¿Cómo conservar la genuina esencia del relato de otras y otros? ¿Cómo lograr que un libro de fotografías y narraciones de cuenta de la diversidad y de la multiplicidad de visiones históricas de un lugar geográfico? ¿cómo lograr un relato que de cuenta objetivamente de él construyéndolo a partir de un cúmulo de visiones subjetivas?
Suena paradojal. Pero es el camino que hemos decidido transitar. Nos dispusimos entonces al trabajo.
Comenzamos realizando una segunda jornada. Necesitábamos una sesión que propiciara la decisión conjunta acerca de cuál debiera ser la forma para llevar a cabo la escritura del libro, es decir, necesitábamos tomar decisiones de cómo se estructuraría el relato. Las ideas eran muchas, las preguntas de cómo hacerlo también: ¿Será que podemos hacerlo a través de una línea cronológica de formación de la comuna? ¿A través de sus habitantes siguiendo un orden etario? ¿Por grupos de vecinos y sus ocupaciones?
A través de estas y otras interrogantes abrimos la discusión.
Cabe mencionar que esta vez y en una progresión positiva desde que comenzamos nuestra residencia, la convocatoria tuvo un mejor efecto y más vecinas y vecinos se unieron al trabajo colaborativo. Destacamos también la diversidad de sus participantes, lo que enriqueció el trabajo y nos estimuló en términos creativos. Logramos reunir antiguos habitantes que nacieron en la comuna junto a vecinos que solo llevan 6 meses en Villa Tehuelches, jóvenes que realizan actividades de campo en la Estancia Cacique Mulato junto a funcionarios de la Municipalidad que recientemente cumplieron 30 y 35 años de servicios. Habían también bomberos, ex estudiantes de la escuela antigua y funcionarios de la biblioteca.
Debido a esta nueva y mucho más amplia convocatoria, fue necesario contextualizar el trabajo realizado la semana anterior y desde ahí enfrentarnos al mapa de la comuna que habíamos construido en la instancia anterior. El resultado de este nuevo trabajo cartográfico, en conjunto con las nuevas interrogantes que se anteponen a la construcción del relato, nos dio pie para pensar en un libro que se estructure desde la geografía común, desde los espacios compartidos e hitos patrimoniales de la comuna, que terminan por ser un punto compartido desde el cual puede nacer AIKEN.
Nos dispusimos a poner a prueba nuestra nueva visión y generamos un listado de espacios e hitos acordados luego de discutir su pertinencia y valor dentro de la construcción identitaria que busca configurar qué significa realmente ser de Laguna Blanca o vivir ahí, a partir de la geografía del lugar y en relación a la experiencia y relatos de quienes lo habitan. Es decir, las historias y anécdotas que cada espacio/hito contiene, debieran venir desde un “protagonista”, surgiendo el relato desde un ‘alguien» que conoce/habita/conforma ese espacio/hito.
La discusión tuvo encuentros y diferencias y pronto nos dimos cuenta de cierta dualidad en la identificación con el territorio que se habita. Mientras unos se consideran Tehuelchinos, otros deciden denominarse Caciquences (esto a propósito de la cooperativa Cacique Mulato), pero ninguno se identifica como habitante de la comuna. Nos llamó profundamente la atención la no existencia de un gentilicio para denominar a los habitantes de Laguna Blanca. Esto a pesar de que todas y todos consideran primordial a la hora de construir identidad la existencia de una denominación común, de un concepto que los una y los represente.
Bien sabido es que mientras más atrás escarbemos en nuestros orígenes, se torna más sencillo buscar una raíz común, aquello que nos hermana, que nos pone al tanto de que compartimos algo más que un espacio geográfico. Es por eso que hemos tomado la decisión de incorporar historias que den cuenta de la construcción de la comuna desde antes que ésta existiera como Laguna Blanca, desde antes de la regionalización de los años 80, desde antes de la reforma de los 60. Es decir, investigar en la pre-historia de aquellos que aquí habitan, buscar las raíces comunes y desde ahí devolvernos a este presente, con eso que no tenemos y se nos exige para seguir adelante.
La conclusión que podemos desprender de estos días y de esta jornada particularmente, es que para pensarnos en este presente y poder proyectarnos a un futuro conjunto en comunidad, no podemos si no realizar (y ser capaces de responder) la pregunta más básica que como humanos podemos hacernos…
¿De dónde venimos?