El aura estética de este territorio esta en el paisaje y cuando hablo del paisaje hablo de su pureza y de eso Walter Benjamín sabe mucho. La constelaciones que nos acompañan durante las noches de trabajo son parte de nuestro mapa de navegación. Cada idea es una estrella, cada planeta un mundo y cada cruce fugas un eclipse.
Cuando empiezo una conversación con alguien, ese alguien comienza a mostrar su identidad a través de la oralitura, allí uno pasa a ser el espejo del otro y lo que es arriba es abajo, y los tres grandes planos; físico, mental y espiritual se conjugan en la narración. Cuando estás frente a una persona tú también eres parte de esa persona, te identificas, te conmueves, te haces parte de el o de ella y todo se vuelve familiar… eres parte de la gran familia.
Sabemos perfectamente los días que pasa la señora Sonia Rosas con leche fresca, sabemos el día que la camioneta de las frutas y verduras pasa por las calles cementadas de la comuna y sabemos muy bien cuando los habitantes se trasladan a sus labores agrícolas. Pareciera que los horarios estuviesen escritos, pero aquí nada esta escrito, todo esta guiado por una política astral.
A medida que pasan los días me voy compenetrando con cada una y uno de sus habitantes y a partir de sus particularidades narrativas… se comienza a develar la ideología rural. El “Geoatlas” se concibe entonces como el aura escrita de lo que parece estar oculto.