BitácoraResidencias de arte colaborativo

Residencia: LÁ COMBA Combarbarlá - Centro Cultural Nemesio Antúnez, Coquimbo - 2018 Residente: César Paredes Labraña
Publicado: 10 de diciembre de 2018
El Fuego y la colaboración espontánea

Luego de la últimas acciones que habíamos realizado con la comunidad (en su mayoría bastante desgastantes e intensas) decidimos hacer un asado para compartir y agradecer el trabajo logrado.

Nosotros éramos los encargados de hacer las compras, así que fuimos por la carne en la tarde y al salir del supermercado, vemos de forma extraña que toda la gente miraba hacia el cerro, nosotros no le dimos mucha importancia y seguimos caminando para comprar las demás cosas. En eso nos llegan muchos mensajes al celular que nos preguntaban si sabíamos algo de Rodrigo (un vecino y ya amigo, que ha sido colaborador clave en nuestra residencia) porque había un incendio gigante al parecer en su casa y ni él ni su familia respondían los llamados.

Al ver el mensaje partimos corriendo a la casa de Rodrigo y en el camino nos dimos cuenta que la gente miraba las llamas gigantes que se veían desde lejos.

Había un cerco de bomberos que no permitía el paso, pero que con la adrenalina del momento no respetamos y pasamos de todas formas hasta la casa de Rodrigo. Ahí nos dimos cuenta que por suerte (para nuestro amigo) no era su casa la que ardía sino la de su vecino contiguo, pero las llamas eran enormes y Rodrigo estaba con una manguera de jardín tratando de evitar que consumieran su hogar.

Al vernos no hubo tiempo de saludarse, ni nada parecido y la comunicación se limitó a

 –¿Qué hacemos?–

–¡Saquen las cosas de la casa!

Nos pusimos a sacar las cosas de adentro mientras Alfonso fue a hablar con los bomberos para entender por qué aún no llegaban las mangueras grandes a atacar las llamas. En cosa de segundos todas las caras de personas con que habíamos trabajado en la residencia (y muchas más) empezaron a aparecer de la nada, cumpliendo diversos roles. Algunos llevándose a la esposa y los hijos de Rodrigo lejos del lugar, otras trayendo más mangueras y baldes con agua, sacando material inflamable que se encontraba cerca de las llamas, etc.

Finalmente las gestiones de Alfonso dieron frutos y logró llegar con la manguera de bomberos con agua, y recién la tarea empezó a verse un poco menos compleja.

Luego de una hora y media (o algo más) luchando con el fuego, ya empieza a estar bajo control y por suerte para nuestro amigo, su casa se encuentra sin más daño que el desorden y agua que entró de las mangueras.

Sin embrago el vecino, que tenía un taller mecánico en el lugar, perdió todo el fruto de años de esfuerzo. Los vecinos también lo ayudan conteniéndolo y comprometiendo ayuda.

Luego que la emergencia pasó y ya de regreso a nuestra casa, nos vamos conversando sobre cómo surgen elementos colaborativos de manera absolutamente espontánea, donde sin requerir de palabras surgían roles, necesidades, trabajo compartido, en una sincronía perfecta. Las palabra sobraban y en ese momento la casa de Rodrigo era la casa de tod@s y la defendíamos como tal, incluso de forma un poco irracional (los bomberos advirtieron que en el incendio habían 3 cilindros de gas cargados que podían explotar en cualquier momento, cosa que nadie realmente midió y por suerte no tuvo consecuencias).

La instancia que vivimos fue muy intensa y ahora solo queda descansar, el asado tendrá que esperar a otro momento y con l@s vecin@s ya pensamos en actividades para apoyar al maestro que sufrió la pérdida completa de su hogar y sus pertenencias.

 

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