Llegó el día en que Lá tenía que regresar a su tierra con su frondosa barba. Y con el equipo de trabajo planeamos la trayectoria y nos dedicamos a decorar el camión que tradicionalmente transporta a “Lá”.
La experiencia de ser parte de esta festividad fue muy extrema y agotadora, tuvimos que estar corriendo al lado del camión desde las 9 de la mañana hasta el mediodía, con una temperatura sobre los 25 grados y un sol abrazador.
Mas allá de lo desgastante de esta “maratón” (en un momento entramos en una especie de “trance religioso” y dejamos de sentir las piernas y el calor para focalizarnos en la alegría de los niños y niñas que salían felices de sus casas corriendo en pijama) las abuelitas locales miraban emocionadas la leyenda que vivieron cuando ellas eran las niñas de comba.
Por otro lado, el equipo de trabajo Lá, también nos dio una muestra de fervor por la imagen de este indio, dejando todo de lado (sus trabajos y obligaciones domésticas) y viviendo la fiesta con una entrega difícil de imaginar, lo que para nosotros era difícil de no vincular con la imagen de un “sacrificio religioso o manda”.
Al terminar llega el cansancio y el equipo se muestra satisfecho y da muestras de cariño y agradecimiento por haber vivido juntos esta “experiencia religiosa”, y si nuestro vínculo hasta antes del regreso del Indio era estrecho, ahora ya nos vinculábamos como “hermanos”, habíamos pasado la prueba y ahora somos todos aceptados como combarbalinos putativos.
Aquí la leyenda del Indio Lá