Don Víctor y la Sra. Rosa nos han abierto las puertas de su casa. Con mucho cariño nos han conversado de la forma que tienen de ver la vida en vínculo con la tierra. Don Víctor lleva muchos años realizando artesanía en alerce. Nuestras conversaciones son muy cómplices al hablar de arte, de la creación artística. Es un artesano muy sensible y ama su trabajo. Esta relación que generamos nos comienza a dar luces, al fin, de poder trabajar con él, principalmente por su auténtico y espontáneo entusiasmo, por su compromiso con la creación en madera de lahual. Habiendo comenzado las conversaciones creativas con él, nos invita a conocer sus talleres. Ellos tienen una casa cerca de la caleta y otra río arriba llamado Cholguaco, a unas 5 horas caminando o 1 hora en bote.
Su principal taller está cerca de la caleta pero está en proceso de cambio para la casa de arriba. Se ofrece a irnos a buscar para llevarnos al taller de arriba, donde guarda sus trabajos y realiza el proceso de tallado. A las 9 am en punto su bote está en la playa del río y partimos a Cholguaco. En el camino vemos cómo le habla al Martín pescador, ave local que siempre está al asecho, a la orilla del río, como si fuese un vecino más al que hay que saludar. El bote en el que vamos es plano y él mismo lo construyó, porque río arriba existe un bajo de aguas donde las embarcaciones tradicionales no pueden pasar. Desde su ingenio ha logrado generar una embarcación sin saberes previos sobre este oficio, nos cuenta que fue aprendiendo en el camino. Muy sorprendidos nosotres lo escuchamos con admiración, mientras subimos río arriba por el camino que de memoria y mucha maestría logra surcar sin sobresaltos.
Al llegar a su terreno, nos muestra una cabaña en construcción cerca del río, en ella se ven intercaladas en coloración madera de alerce con su característico rojo y Mañío, también conocido como el pino local, de madera amarilla. Es pequeñita pero muy bella. Saliendo de ese lugar nos dirigimos a su casa en lo alto de la loma, ya que a este territorio habitualmente lo acechan las “venidas”, que son grandes masas de agua que bajan río abajo después de una lluvia fuerte, e inundan más allá de su habitual caudal. Es un campo trabajado con pequeñas construcciones que sirven para diversas funciones, que cohabitan con varios animales entre pavos, chanchos, gallinas, vacas, ovejas y cabras. Nos muestra toda la extensión de su territorio y también su talle, nos nombra un viejo alerce que no fue cortado, que se ve a lo lejos en la punta de un cerro, él lo guarda cariñosamente, no lo quiere dar a conocer.
Nos dirigimos a un galpón donde está su taller, ahí trabaja la madera que recicla, que quedó de la devastación de los alerzales, nos cuenta que él podría trabajar cientos de años con esos residuos, hay mucha madera que aún sirve y que esta ahí tirada, lentamente convirtiéndose en abono para los alerces que vendrán, los jóvenes que no les servía cortar. Dentro del espacio creativo, nos damos cuenta que sus herramientas son todas construidas por él, o adaptadas, que se convierten en híbridos mecánicos con madera que acomoda según su propia necesidad. Desde mesas de corte que suben y bajan, corredores de madera que giran para que la madera avance delicadamente, hasta un enfriador para la sierra con un sistema de goteo directo a la herramienta que baja del techo con una pequeña manguera. Al cabo de un rato, nos muestra orgulloso sus gubias que él mismo generó a partir de diferente herramientas en desuso, las cuales adapta y desgasta según requiera el tallado, les hace un manguito de madera torneada y después talla iconografía propia para individualizarlas, les da su sello personal. Estamos muy sorprendidos con su ingenio y su desplante técnico, la sabiduría que don Víctor carga con humildad, y con humildad nos comparte.