Llegó el día tan esperado, y luego de una travesía de muchos kilómetros en “Combi” (me desplacé por tierra desde Iquique hasta la 4ta región), llegamos a Comba, nuestro hogar por 3 meses.
Cundo vine a hacer la visita al territorio (en el mes de Agosto) el frío era intenso, y me recordaba a cada instante lo cerca que me encontraba de la Sierra. En esa ocasión la gente local me decía que cuando volviera a instalarme tenía que venir prevenido del calor, ya que en la zona no existían estaciones intermedias, y una vez acabado el invierno empezaba inmediatamente el calor extremo, algo muy difícil de creer con la temperatura de agosto que era determinante al momento de conocer la localidad y a sus habitantes (era muy difícil visitar o compartir en espacios abiertos). Pero los locales conocen su realidad y esta vez no se equivocaron, al llegar a la comuna junto con la belleza de sus cerros de colores rojizo – púrpura contrastados por el verde de sus cactus, nos encontramos con un cielo imponente coronado por el sol que parecía que se caía sobre el techo de la combi, elevando la temperatura y haciéndonos recordar las predicciones meteorológicas de los locales.
A pesar del calor (el que me imagino se hará sentir con más fuerza en los meses que se aproximan), Comba nos recibe de muy buena forma, y de a poco empezamos a retomar el contacto con las personas que nos brindaron su colaboración en los 10 días previos, recordando las motivaciones e ideas que surgieron en esa ocasión, volviendo lentamente a encenderse esa pequeña llama iniciada por la residencia, y que probablemente por efecto de la inmediatez social a la que estamos acostumbrados, estaba ya casi extinta por creer que se trataba de una nueva promesa incumplida.