Junto al final del mes de febrero, llegó el fin de la temporada de la pesca del salmón “Chinok”.
Con esto se terminaron las caladas de redes a las ocho en punto.
Ya no se ve a los pescadores sostenidos de sus boyas mirando si ensartaron un salmón en la red.
Tampoco están los pescadores con puntal e hilo reparando las redes que les rompió el lobo la noche anterior.
No se ve el lobo disfrutando de los pescados que le robó a los pescadores.
Ni las gaviotas revoloteando alrededor tratando de quitarle un pedazo de salmón que el lobo dejó.
Se acabaron los pescadores con sus trajes de pescadores para no mojarse.
Ya no se ven linternas de diferentes colores iluminando la penumbra de la noche en medio del río.
Se acabaron los botes arribando al muelle y los comerciantes sacando el pescado para venderlo.
Se fueron los científicos que estudiaban el salmón.
Ya no están los fiscalizadores de Sernapesca.
Los pescadores comenzaron a guardar sus redes en sus ranchas para que se conserven para el otro año.
Unos comenzaron a comprar leña.
Otros invirtieron en sacos de papa para pasar sin frío ni hambre el invierno.
Volvieron los pobladores a caminar por la calles tomándose el tiempo para conversar de la vida y así acortar la tarde.
El profesor y sus niños de vuelta a la escuela.
Lobos, gaviotas y pelicanos emprendieron viaje a buscar otras oportunidades para alimentarse.
¿Quizás en búsqueda de otros pescadores?
¿Quizás en búsqueda de un animalito fácil de atrapar?
¿O quizás, a pasar el invierno por ahí como invernan los pescadores de La Barra?
¿Dónde irán?
¿Qué pasará?
Tendrá que pasar el invierno para que regrese el salmón y así pescadores, lobos y pelícanos volverán a encontrarse.