Conocimos a don Luis, un amable señor que vive en Caleta Cóndor hace muchísimo tiempo. Él al igual que muchas otras personas vinieron hace muchos años buscando trabajo, buscando alerce para sacar tejuelas y así llevar el sustento familiar. Él ha recorrido la cordillera por todos los caminos que existen, se los sabe de memoria y de esos andares nos cuenta todo tipo de experiencias. Es muy importante darse cuenta que la vida en este lugar ha sido una lucha ganada, una defensa por estar aquí, una resistencia al despojo empresarial que lleva amenazando estos territorios desde hace siglos. Es así como lo cuenta don Luis: una forma de vida como una presencia necesaria para el territorio y su gente.
Nos invita a su casa a tomar mate, nos prepara sopaipillas, nos invita a pescar y a subir a la montaña. Cuchuflí y Corbatín, gato y perro respectivamente, están presentes en todos los mates y horas de conversación. Su relación es muy cercana y son los compañeros de don Luis, que vive solo al lado del río. Nos cuenta que cada vez descubre nuevas cosas en Caleta Cóndor y nos lleva a caminar por la orilla del río. Nos dice que para la pesca saca solo lo que va a comer, y así con todo. Mientras le acompañamos, un pingüino nada en esta bellísima playa buscando robalo, pez muy preciado en la pesca artesanal local.
En los tiempos de antes, cuenta, la comunidad estaba mucho más unida que ahora, que las personas se apoyaban entre sí y que aunque la vida era realmente dura, se tenían unos a otros. Hoy las personas tienen mayor acceso a cubrir ciertas necesidades y están viajando permanentemente con el fin de surtirse de alimentos, buscar trabajo, entre otras actividades. Se repite que lo que más quieren quienes habitan la caleta es quedarse para cuidar, para preservar estos bosques para el futuro y ejercer un turismo sustentable y comunitario. Nuestro nuevo amigo nos convida a realizar actividades para más adelante, a acampar arriba en la cordillera para conocer los alerzales, lahualesrealmente antiguos que se erigen vigilantes en las alturas del bosque. Quiere que vayamos a conocer las ranchas, que eran pequeñas casas improvisadas levantadas con palos encontradas en el lugar, y en donde históricamente las familias se quedaban a acompañar a los hombres a hacer las tejuelas en medio de la montaña.
Quedamos en seguir visitándolo para que le hagamos compañía, como él mismo dice. Vivimos cerca, así que mañana nuevamente pasaremos por su casa a tomar el mate y partir por uno de los muchos caminos que nos harán entrar a la cordillera del lahual.