Hace unos días que llegamos a la región. Nos recibe el ambiente húmedo, el cielo nublado, un viento frío y los más múltiples verdes en todo el paisaje. Viajamos a la comuna de Río Negro en busca de un lugar donde vivir. Caleta Cóndor, nuestro territorio, se encuentra dentro de dicha comuna, pero esto no quiere decir que sea cerca ni de fácil acceso. Sin encontrar un lugar donde quedarnos en la comuna viajamos a Bahía mansa, lugar desde donde salen las lanchas para llegar a la caleta, a 3 horas de allí. Como estrategia decidimos quedarnos aquí, esperando el buen tiempo para poder partir.
En Caleta Cóndor viven 18 familias y casi todas ellas tienen 2 casas: una en dicha localidad y otra en Bahía Mansa u Osorno. Esto se debe a las condiciones extremas en que se encuentran, con temporadas en las cuales no se pueden desplazar de un punto a otro porque la mar no lo permite, y siendo este el paso más accesible. Esta forma de vida, de habitar diversos territorios, nos recuerda a los/as antiguos/as de esta zona mapuche-huilliche, que se desplazaban por la cordillera de la costa y la mar en las distintas estaciones del año en busca de alimentos, intercambios y mejores condiciones climáticas. Este flujo era permanente y característicos de este pueblo ancestral, y este territorio aún sigue obligando a adaptarse a sus tiempos, sus condiciones y formas de habitar.
Cuando llegamos a Bahía Mansa y nos presentamos y contamos que nuestro objetivo es llegar a Caleta Cóndor, todos/as nos advierten que la mar decide, que ella es quien da el permiso para ir o cuando no quiere que nadie vaya. “La mar está viva” nos dice la Sra. Cristina, quien nos hospeda y cuenta cómo se vive aquí, que hay personas que vienen de afuera pensando visitar todos los lugares en tiempos cronometrados, lo que ella denomina como un imposible: este lugar pone su propio tiempo, la mar cambia de un momento a otro.
El acceso por tierra a la caleta requiere una caminata de unas 6 horas por la cordillera de la costa, lugar inmenso y completamente habitado por la flora y fauna nativa. Esos caminos se pueden realizar solo con lugareños/as, porque la posibilidad de perderse en aquella frondosidad es muy alta. En la historia de la colonización existen escrituras que hablan de estrategias de guerra en las que este bosque era un aliado: los mapuche se hacían seguir por los invasores y estos, al desconocer los caminos, se perdían sin regresar jamás.
Comenzamos a incorporar en nuestro ritmo cotidiano los tiempos y formas de vida de este territorio. El mar y la cordillera son el recorte del paisaje, y la determinación de toda actividad que aquí se realice. Seguimos esperando que la mar nos dé permiso de llegar a Caleta Cóndor.