Retomando el trabajo en la Villa y a la par de la serie de entrevistas que se comenzaron a realizar a los más antiguos y de las que más adelante les hablaremos, logramos concretar un encuentro con uno de los grupos que habíamos considerado como parte fundamental del proceso creativo de Aiken: los profesores de la Escuela Diego Portales. La agenda no nos había permitido encontrarnos con anterioridad y por fin, esta semana logramos concretar una reunión, que más que solo un encuentro, fue una jornada de creación.
La Escuela Diego Portales, es la única escuela de la comuna y es de administración municipal (como casi todo en Villa Tehuelches). Junto a ella está el Hogar, del cual ya comentamos en entradas anteriores, hogar que nutre en gran parte el estudiantado de esta escuela. La gran mayoría de los profesores no son de aquí, son de Punta Arenas y muchos de ellos solo viven de lunes a viernes en la Villa (situación que se repite en los estudiantes y en muchas de las personas que trabajan en los servicios e instituciones), lo que los convierte en una especie de «mediopupilos» del territorio, que debido a su “migración” de fin de semana, convierten a Tehuelches en un pueblo fantasma los días sábado y domingo.
Los convocamos para hablar del lugar de la comuna que más conocen o con el cual tienen más contacto. Para enfrentarnos al territorio, les dimos la tarea de crear un mapa de la Villa en el cual pudieran identificar los lugares que son más significativos para ellos y para los niños de la Escuela con los que comparten día a día.
Nuestras dudas respecto de su arraigo e identificación con el territorio nos llevaba a plantearnos preguntas tales como:
¿Qué y cómo podrán (re)construir de este entorno estos habitantes de lunes a viernes? ¿Conocerán al resto de la población? ¿Qué nivel de compromiso emocional tendrán respecto de las personas con las que comparten durante la semana y en definitiva con el lugar geográfico que acoge ese encuentro?
Como anécdota, el trabajo prolijo y concreto de un profesor de básica puso a prueba la variedad y cantidad de materiales que teníamos para el ejercicio. Afortunadamente, estábamos bien dotados y eso les dio pie a una construcción meticulosa de cada rincón de la Villa. Y es que los profesores reconstruyeron la villa de manera perfecta, pues al parecer conocen muy bien el lugar que habitan de lunes a viernes, a pesar de no residir en él. Hay profesores también que vienen a dar clases solo un día a la semana, para ellos el contacto con la comuna se reduce al tránsito entre el paradero de buses y la escuela, lo que en la práctica es algo así como dos cuadras. A ello se le puede sumar una cuadra más cuando a la hora de almuerzo visitan “El Patagón”, único restaurante del sector.
Para los que trabajan la semana completa, cada casa es conocida: su ubicación y sus habitantes en general. De cada una también tienen opiniones claras y fundamentadas y se entiende que conocen la Villa en profundidad.
La escuela hoy en día no está en el mejor de los pies respecto de las relaciones con las otras instancias comunales. Pudimos observar cierta tensión al pasar por algunas cuadras. Son una institución que se siente aparte, como trabajadores se diferencian del resto de servidores públicos. Vimos un grupo muy unido, que inmediatamente se dispuso a trabajar en equipo, con espíritu crítico y una visión bastante elevada de las dinámicas que imperan en el territorio.
Punto aparte son los profesores más antiguos, más cansados y con nostalgia de la Villa de años atrás. Hace 10 o más años, sus hijos eran parte de la Escuela y de la vida en la Villa, en esos años el compromiso era otro. Los de ahora, sin hijos, cumplen con su trabajo pero no se comprometen más allá. Su vida no es acá, solo su trabajo.
Una vez terminado el mapa, se enfrentaron a él y repararon en lo meticulosos que fueron al distinguir cada espacio, destacaron que conocen a todos los habitantes, al menos de nombre, sobretodo a aquellos que al contrario de ellos, solo viven en la Villa los sábados y domingos. Los más antiguos declaran que su vida en la Villa solo se reduce al trabajo en la Escuela y fuera de ello, solo un par de metros para llegar a sus hogares, los conecta con el territorio. Hacen un mea culpa, no se sienten motivados con las actividades que se generan desde el municipio, pero al pensar en el trabajo realizado, se dan cuenta del conocimiento que tienen de su territorio, que, como el resto de sus habitantes, son igualmente vecinos pero hay algo que no termina de cuajar en ellos, al igual que en los jóvenes. Hay una extraña sensación que nosotros creemos entender y es que todos y cada uno de ellas y ellos pertenecen a Villa Tehuelches pero no se identifican con lo que ven hoy en día en ella.