Regresamos a la caleta y nos encontramos con un panorama muy diferente: turistas por todas partes, carpas, negocios, almacenes…en fin, es temporada alta de vacaciones de verano y no podemos creer la cantidad de gente que llega y sale diariamente. Visitamos a Don Víctor y la Sra. Rosa, quienes tienen también sus cabañas para arrendar y sus respectivos servicios de turismo. Los encontramos en su casa, muy cansados pero como siempre nos reciben muy contentos. Conversamos sobre cómo les ha ido en el verano, si ha estado bueno, y cómo están para continuar con la talladura de nuestra escultura. Después de tomar once con ellos, nos invitan a irnos a trabajar a su casa de arriba, su hogar que queda por el río Cholguaco, a una hora de navegación en bote. Acordamos que en un par de días nos iríamos con ellos durante la mañana.
Despertamos, vamos a su casa y después de tomar un contundente desayuno, partimos a Cholguaco. Al llegar nos reciben todos sus abundantes animales, hermosa vegetación y los leales perritos: Kaiser y Temible. La Sra. Rosa nos anuncia que debemos preparar el almuerzo, así que nos ponemos a desgranar arvejas de su huerta, pelar papas y lavar choritos, sacados de la misma caleta. Luego de almorzar, nos vamos a ver la escultura, la que llevaban algo avanzada.
Nos cuentan que hubo algunos problemas con la posibilidad de realizar la escultura en alerce, por lo que se decidió hacerla de madera de Ulmo, otro árbol de la zona. Nos pasamos la tarde tallando, dándole forma a esta escultura que evoca el antiguo oficio de los tejueleros. La labor es realmente extenuante, nos damos cuenta que tallar es un trabajo que requiere bastante resistencia, así que cuando nos cansamos, nos turnamos. La Sra. Rosa dibujó previamente las zonas que debíamos tallar y cuáles no, por lo que teníamos guías. Usamos formones, hachas de mano, etc. Todas las herramientas necesarias para realizar dicha labor. Nos quedamos a dormir en la casa de los artesanos para continuar trabajando al día siguiente.
Sentimos que estar en “la casa de arriba” en el río Cholguaco nos da una cierta tranquilidad en el contexto del turismo veraniego que llena la playa de Caleta Cóndor. Nos encontramos en medio del bosque nativo, en donde el único sonido que se oye es el de las aves y los animales y, bueno, los golpeteos de nuestra talladura.