“Villa Tehuelches es una gran familia”.
No son palabras nuestras, ni de alguien en especial, es una frase recurrente que hemos escuchado en diversas actividades, encuentros, de paso, por ahí.
Efectivamente, si lo miramos desde el punto de vista estrictamente genealógico, hay una mayoría de habitantes que son parientes entre sí. Quienes no lo son, han generado relaciones afectivas y de compromiso como el compadrazgo, que termina por emparentarlos de igual manera. Con lo anterior, la corta vida del territorio hace que se reconozcan en ella 4 generaciones, llenas de “tíos” y “sobrinos”, compadres, comadres, pariente en general.
Hoy nos hace más sentido que nunca esta definición, ya que la familia no se elige, te toca. En ella, quizás no te lleves bien con todos, pero son parte de la familia, por lo tanto hay un respeto y convivencia desde el afecto. En diferentes organizaciones sociales se pueden reconocer diversos temas tabúes. Eso que abundaba en las antiguas familias de épocas no tan felices del «en esta casa no se habla ni de política, ni de religión, ni de fútbol», pareciera no haber desaparecido de estos lugares.
Esta familia se remonta a la herencia de la Cooperativa Cacique Mulato y su rol en la fundación de Villa Tehuelches. Unirse como cooperados trajo consigo otro tipo de relaciones, y con los años, este tipo de vínculo se ha prolongado y extendido en el resto de los habitantes que llegan a residir, que se suman a esta dinámica de manera natural.
Años atrás, cada julio, se realizaba la semana Tehuelchina. Para festejar la fundación de Villa Tehuelches. Alianzas, juegos y actividades, lejos de separar a los vecinos, los unía en torno a acciones lúdicas, relaciones horizontales, trabajo en equipo y estrategias cada vez más creativas. Con el tiempo esta celebración perdió fuerza. La población envejeció y las generaciones que siguieron, por motivos de estudios y laborales, se vieron obligados a migrar.
Sin embargo, desde esta anécdota surge una reflexión. Esa horizontalidad que propone este tipo de actividades, al parecer no les acomoda. Las estructuras en general tienen una conformación muy verticalizada y ciertos dejos de feudalismo y patronazgo se dejan sentir en algunas acciones y silencios. Hay ciertos acontecimientos de los que no se habla o sencillamente no se puede tener una versión. Hace un tiempo se incendió la medialuna que acoge la fiesta de la esquila y hubo también un ataque a la copa de agua que alimenta a las cocinerías que reciben a los miles de visitantes a este gran evento. Si uno pregunta por ello, se encuentra con versiones poco claras o simplemente con una encogida de hombros.
En espacios como este, tan pequeños, el poder político y económico muchas veces deviene en la alienación de la comunidad, que permite que sus destinos sean guiados sin intervenir de mayor manera y sabiendo que la seguridad de vivienda y servicios básicos, además de un puesto de trabajo en instituciones y organizaciones presentes en la Villa, siempre estará.
Aquellas y aquellos que cuentan un poco más, y de manera más crítica se han visto desplazados, desprestigiados por aquellos que prefieren sostener la «versión oficial», lo que hace muy difícil encontrar una verdad, una historia, una línea de tiempo compleja que nos permita descubrir quiénes son las y los habitantes de Tehuelches.
Hoy, el único punto de encuentro real son las celebraciones que se desarrollan en torno a la Escuela Diego Portales.
Buscando la identidad en particular de este territorio, llegamos paradójicamente a una conclusión universal: En todas las familias hay secretos y conflictos… todas las familias tienen sus pecados, pero la ropa sucia se lava en casa.