¡Uf, cuántas cosas, cuántos aprendizajes colectivos y personales, cuánta tolerancia, cuántas risas, cuántas historias, cuántas personas, cuántos sueños, cuántos……………!!!
Al comenzar nuestra residencia, Pargua fue nuestro primer centro de operaciones, es aquí donde tuvimos nuestras primeras reuniones con Alfonso de Servicio País, nos recibió Don Raúl Cárdenas Director de la Escuela de Pargua, quien nos contó datos importantes para nuestra residencia y establecimos con él nuestras primeras inquietudes de trabajar de forma colaborativa. También conocimos a la Xime, presidenta de la junta de vecinos, quien nos acogió con mucha amabilidad, y a la señora Violeta y su familia, quienes nos recibieron aquel lluvioso 10 de septiembre cuando llegamos a Pargua sin tener donde quedarnos. En pargua estuvimos aprox. 15 días mientras encontrábamos un hogar más cerca de las comunidades de Punta Auco y Reñinhue.
El 25 de septiembre nos cambiamos de casa y llegamos a vivir a Punta Auco, lugar estratégico para nosotras ya que nuestro nuevo hogar estaba justo al medio de ambas comunidades con las cuales queríamos trabajar, conocimos a nuestros vecinos, la familia Guerrero Ralil, quienes pronto se convertirían en nuestra familia también. Ya instaladas comenzamos a reunirnos con las comunidades, ambas tenían intereses comunes, incluso una marcada diferencia en común, no querían trabajar juntas, esto debido a fuertes diferencias que arrastran hace varios años, razón por la cual comenzamos a reunirnos de forma separada. Ambas comunidades nos manifiestan su necesidad de enfocar la residencia hacia la revitalización de la cultura mapuche huilliche, sobre todo el rescate del Che dungun, gran desafío para nuestro colectivo ya que si bien hay integrantes que manejan el mapudungun, nuestro objetivo no era realizar clases así que comenzamos a reflexionar sobre cómo dirigir nuestro trabajo. Otro punto en común fue que ambas comunidades manifestaron la necesidad de que los niños y niñas comenzaran a conocer su cultura ancestral. Nosotras pensamos y les manifestamos que podíamos trabajarlo de forma conjunta entre adultos y niños/as , pero nos pasó que el trabajo más “formal” no comenzaba ni en Punta Auco ni en Reñinhue por distintas razones, y pasaban los días y nosotras preocupadas por no comenzar, aceptamos el desafío de las comunidades y comenzamos a realizar actividades en la escuela de Chayahue con los niños y niñas del territorio, sin duda fueron ellos quienes nos abrieron el camino al trabajo que pronto comenzaría en las comunidades. Y empezamos a reunirnos, ¿cómo lo hicimos? A través de una práctica antigua, adaptada a los tiempos modernos, una metodología llamada trawün (encuentro en mapudungun), que es un espacio de encuentro de saberes, donde todos quienes participan lo hacen de forma colaborativa y de forma horizontal, en el trawün a partir de la palabra, música, dibujos y cualquier otra técnica que se utilice, lo importante es intercambiar los saberes y también, en nuestro caso, traer a la memoria. En el trawün, el che dungun o el arte de la palabra como lo mencionamos en alguna bitácora, nos permitió desempolvar un montón de conocimientos que parecían perdidos en el sector, es así como apareció la minga, una práctica de arte colaborativo que la comunidad de Reñinhue quiso traer al presente, o el levantamiento de los corrales de pesca que la comunidad de Punta Auco quiso que sus nuevas generaciones valoraran y reconocieran como el monumento patrimonial ancestral que permanece en el territorio. Ambas actividades son una pequeña muestra del intercambio de saberes que se generó en los trawün, en los cuales también participaron otras personas del territorio y que se encontraban ajenas a las comunidades, enriqueciendo aún más el proceso.
El trabajo colaborativo que se desarrolló en la residencia, potenció la revalorización y visibilización del patrimonio ancestral de este territorio, alejado de los parámetros occidentales que estamos acostumbrados a ver como arte, porque nuestros antiguos eran sabios y grandes artistas.
Durante nuestra estadía en el territorio, estuvimos en las escuelas de Pargua y Chayahue compartiendo con los niños y niñas de ambos sectores, compartimos con las comunidades de Punta Auco y Reñinhue, participamos de talleres de telares, fuimos a mariscar con la gente del sector, cocinamos, sembramos papas, fuimos a actividades del colegio y a cuanto evento social hubo y fuimos invitadas, también compartimos con personas de otros territorios que fueron parte de las actividades de la residencia. El mate y las galletas, siempre facilitaron la comunicación y las relaciones, compartimos con mucha, mucha gente, incluso con la gente de la Isla Huapi Aptao donde por tiempo no pudimos trabajar en conjunto.
Además de aprendizajes y grandes experiencias, también tuvimos problemas, trabajar con comunidades con marcadas diferencias nos dejó al medio de sus conflictos, pero también nos dio la oportunidad de que, como actividad, ambas se juntaran y realizáramos el futa trawün, donde se organizaron, y aunque con dificultades se realizó, marcando como ellos lo dijeron, un hecho histórico en el territorio. Esta actividad fue muy bien comentada por los asistentes, sobre todo por las autoridades e instituciones que trabajan en el sector, ya que es la primera vez que ambas comunidades trabajan en conjunto dejando sus diferencias por un bien común.
Nos vamos felices con la experiencia, no fue fácil, pero si satisfactoria, nos vamos felices de haber sido participes de aquel hito importante y de haber colaborado en el encuentro de estas comunidades, y esperanzadas en que sea un inicio para muchos otros, nos vamos felices porque sentimos que las comunidades se empoderaron de sus historias y de sus procesos, y como alguien dijo en el cierre: “lo que se empezó con la residencia tiene que crecer y hacerse más fuerte con el tiempo”, nos vamos felices con el cariño y sabiduría entregada por los niños y niñas de ambas escuelas y con el recuerdo de escuchar fuertes y seguros “mari mari lamngen” cada vez que nos veían pasar fuera de sus casas.
Compartimos durante 3 meses la vida y la sabiduría ancestral del territorio, ese arte que no está en la academia, ese arte que está en lo cotidiano de la vida, que se refleja en una mirada, un canto, una palabra, en la tierra.
Afi Residencia de arte colaborativo!!!