Cuando nos instalamos en Punta Auca y conversábamos con las comunidades, ambas nos manifestaron como una necesidad sentida la importancia de revitalizar la cultura mapuche y sabidurías ancestrales propias del territorio, manifestaron también que existía en el territorio diversas divisiones en las comunidades indígenas y chilenas, ya sea por la institucionalidad, empresas, visiones de ver la vida o formas de recuperar la cultura. En algo si estaban de acuerdo, en que estas diferencias son partes del mundo adulto y que consideraban importante que los niños y niñas del territorio conocieran la historia y sabiduría de sus antiguos, es así como llegamos a la escuela de Chayahue.
Nuestro trabajo en la escuela no fue fácil, fue un camino de aciertos, errores, incertidumbres y sorpresas, por momentos perdimos el camino y el objetivo de nuestra residencia, solo nos centramos en el che dungun. A pesar de que los niños y niñas disfrutaban de las canciones y juegos, no estábamos tan ajenas al estilo normativo de las escuelas, después de conversas, reflexiones, miramos hacia atrás, desde cómo y por qué llegamos al colegio, y hacia dónde y qué queríamos lograr con nuestra residencia, cambiamos la metodología, nos acercamos hacia las manualidades y al relato y a poquito de terminar nuestro trabajo en la escuela, sabemos que sin duda nos equivocamos en la forma, quizás pololeamos con el conductismo, pero si algo hay que reconocer, los cantos, las palabras y los saludos en mapudungun removieron el interior de las familias, los y las personas de las comunidades nos fueron comentando que los lunes y martes los niños/as llegaban contentos a su casa, contando lo realizado y compartiendo las canciones, comenzaron a llegar a sus casas saludando en mapudungun, validando aquellas palabras que antes los adultos nombraban con pudor, el acto tan simple de saludar en nuestros encuentros o pichi Trawün, generó en las familias que la vergüenza que por años les impidió empoderarse de aquellas palabras, hoy se validen y las digan con orgullo, los niños/as mapuche y no mapuche que participaron en estos encuentros han logrado que el territorio se mueva a partir de sus cantos .
Mas allá de las teorías, los niños y niñas son capaces de ver y hacer propio aquello que parece simple pero que en el fondo puede remover corazones, historias, sacudir vergüenzas, validar procesos de recuperación cultural.
Nos queda poquito y aún falta el cierre en la escuela de Chayahue, pero nuestros corazones se van felices al escuchar en empoderadas voces infantiles mari mari cada vez que nos ven pasar fuera de sus casas.