Abstraerse de la cuidad y sumergirse en la mapu resulta una invitación a desaprender los principios verticales, individuales y antropocéntricos bajo los cuales se fundó la “vida moderna”. Nuestros haceres, si bien críticos, se encontraron con una cultura viva, muy alejada de la mirada cargada de prejuicios, nacionalismos y soberbia con que se habla del mapuche. Vive la mapu con un respeto, cuidado y coherencia que desde la ciudad sería imposible llegar a imaginar.
El desarrollar una vida circular se expresa en prácticas que desde el hacer comunitario reafirman el valor de la autonomía e independencia, ante iniciativas de “progreso” que se miran con recelo y desconfianza, producto del intervencionismo con que cada una de estas iniciativas ha llegado a remover la cotidianidad de este territorio.
La defensa del mar, de los ríos, las vertientes, de la flora y fauna, es en efecto el resguardo del wall mapu, y por ende la defensa de una cultura que vive y se expresa en una relación sumergida en la naturaleza, que comprende sus procesos, los respeta y es consciente de que no existe una sin la otra.
“Nosotros cuidamos las vertientes, con sus aguas regamos nuestras huertas, huertas que abonamos con algas y el guano de los animales, cuidamos las semillas y las compartimos para que vivan, respiramos el aire limpio, vivimos con los ciclos de la tierra, ¿para qué vamos a necesitar agua potable? Nuestra agua es pura, porque la cuidamos, ¿caminos asfaltados? el que quiere llegar va a llegar, porque realmente quiere estar aquí”. Son parte de las reflexiones que en cada conversación afloran, develando consciencias que aún no se desprenden de la conexión íntima con el territorio que habitan.
Circular Mehuín y sus alrededores es impregnarse de una agradable brisa costera, de aves y bosques. Éstos, testigos silenciosos de los cambios que ha experimentado el espacio, acompañan una vez más a su gente en el reencuentro con una cultura que desde lo más íntimo se reconoce en el territorio y se expresa en coherencia con la mapu.