Crucero es una localidad muy particular, pero al mismo tiempo es un pueblito que puede encontrarse a lo largo de todo Chile. Decimos que es particular porque es muy pequeño, lo atraviesa una carretera por la mitad, todas sus calles a excepción de esta carretera son de tierra y hay más cantinas que almacenes. De hecho, llama la atención la cantidad de cantinas en un lugar tan diminuto, a la rápida contamos unas seis. Por todos lados deambulan bandurrias, golondrinas y chichitas como le dicen a los curaitos del pueblo. De fondo se escuchan rancheras y el constante murmullo de los autos pasando rápidamente.
Caminamos por Crucero y vamos buscando información sobre el lugar. Conversamos con varios habitantes, entre esos con la Presidenta de la Junta de Vecinos y con el líder de la comunidad mapuche, que además resulta que son pareja.
Nos cuentan que en Crucero han habido hartos crímenes, que hubo un tiempo en que no existía un retén de Carabineros y que era prácticamente un pueblo sin ley. Nos cuentan que tuvieron que protestar y amenazar con cortar la carretera para que pusieran vigilancia policial y pudiera controlarse un poco la violencia. “Era como el viejo oeste” nos dicen entre risas.
Pensamos en las historias que puede esconder un territorio, incluso las que habitan en un pueblo tan pequeño y aparentemente tan tranquilo como Crucero.
Les proponemos entonces a los vecinos trabajar sobre la siguiente frase:
“Detrás de un camino, una casa abandonada, un objeto, las huellas del tren, podemos descubrir voces e historias”.