Miércoles, al fin tendríamos casa en Huerta, claro está, luego de concretar en Curicó a las 10 am. El auto que manejo no tiene radio y todo el viaje de San Fernando a Curicó, en medio de un día nublado con chubascos parciales, me lo pasé pensando en lo extraño que es manejar un vehículo, en eso de moverse a una velocidad inapropiada para un cuerpo con las características del humano. No es lo mismo caminar por la calle y chocarse los hombros con alguien que ir por una carretera a 120 km/hr. Otra cosa que advertí, fueron las señales que se van sumando y que anuncian un asentamiento. No me refiero a lo literal de la señal ética del tránsito, sino al cambio de ritmo entre el valle deshabitado, los márgenes de las ciudades y cuando atraviesas un sector poblado de la ruta. De a poco más autos ingresan al camino, la infraestructura de la misma carretera cambia desde una valla metálica a murallones de concreto, abundan las señal éticas sobre diversos tipos de estructuras, a veces, como al pasar por Curicó o Talca, hay tanta información que la carretera se vuelve aun más hostil. Pienso en el “Camino Real de la Costa”, antiguas vías incas utilizadas luego por los españoles, pienso en la cadencia del caballo adentrándose en la cordillera de la costa hacia los asentamientos portuarios para el transporte de materias primas y provisiones, donde los célebres faluchos -embarcaciones de mediano tamaño- y que eran construidos con la madera de los viejos robles de la cordillera costera, copaban los ríos y los bordes marinos. Pienso en cuando con los “mucamitos” –como nos llamamos entre los integrantes del Museo Campesino en Movimiento- nos adentramos en el laberinto de caminos arcillosos que enredan al valle con el mar, rutas precariamente señalizadas que obligan la atención de caminante primerizo. Los faluchos bordeaban la costa, lo que no requería de un sofisticado conocimiento de los astros, bien sabemos que la navegación a mar abierto demanda conocimientos cósmicos para llegar a destino. En un primer momento titulamos nuestro proyecto de residencia “Centro de estética y cosmética Huerta de Mataquito”, por lo mismo, porque nos sentimos invitados a navegar entre el borde costero y el mar abierto.