“Las historias cortas que componen esta obra no son historias dispersas. Pese a que no las une ninguna trama, las une y anima un solo motivo: la necesidad de recordar los días y las noches”. (Eduardo Galeano, 1978).
Con este párrafo quisimos partir el cortometraje. “Estación Crucero: El ramal de un no-lugar” es una síntesis de historias que recolectamos junto a los vecinos de Crucero. Es un collage de vivencias antiguas y nuevas que se entremezclan y que permitieron ficcionar desde lo real. De hecho, la frase“todo lo que aquí se cuenta, de alguna u otra manera ocurrió” va a ir al inicio del cortometraje, seguidito de la cita de Galeano.
¿Y de qué se trata el corto? Finalmente quedó así:
Tres historias se cruzan en el pueblo de Crucero. Una pareja de abuelos camina todos los días hacia la estación de trenes abandonada y se sienta a esperar a un hijo desaparecido; un vecino haitiano, cansado de las malas condiciones de vida que encontró acá, decide volver a Haití en el contexto del mal llamado “Plan Retorno” y comienza a despedirse de los amigos que hizo en el pueblo; dos niños buscan un tesoro, siguiendo un mapa que el vecino haitiano les regaló antes de partir.
Las tres historias están enmarcadas en un contexto en el que la comunidad se reúne en la sede social para discutir sobre qué hacer con el terreno baldío que hay en el cruce del tren. ¿Una plaza? ¿Cómo debería ser esa plaza? Hay vecinos que discuten que hay otras cosas que resolver, como la falta de Carabineros y lo peligroso de la autopista.
La comunidad aparece entonces como otro personaje. De hecho, la comunidad abre y cierre el cortometraje. La primera escena muestra esta reunión en la sede y en la última escena aparece un grupo de vecinos acompañando el canto que uno de los niños le dedica al abuelo que espera paciente en la estación de trenes.
El rodaje, hasta ahora, ha sido intenso. Ya veremos cómo queda la historia que les acabamos de contar en la pantalla grande.