Sábado. Hoy colgamos los cuadros en las paredes, esto ya va tomando una forma definitiva. Es muy emocionante este momento, ayer, mientras decidíamos dónde y cuál imagen ubicar, pensaba en cómo un oficio te satisface plenamente desde su propia lógica, es decir, la práctica de la pintura y el vínculo con las imágenes te lleva a otros lugares, te pasea por relaciones desconocidas, es un ejercicio de conexión y desconexión donde pareciera replicarse instantáneamente el destello de las sinapsis neuronal. El montar imágenes sobre muros blancos lo siento como una manera de conectar una madeja de cables sueltos y enredados que de tanto probar, en algún momento se completan en un circuito y se hace la luz. Tuvimos que elegir qué imágenes poner, eran muchas las pinturas realizadas y preferí visibilizar a la colectividad por medio de una selección cuidadosa de imágenes que por la mera saturación de las mismas. Cualquiera de todas las posibilidades de montaje implica sí o sí una edición.
Por la tarde noche salimos a perifonear por La Huerta, entregamos invitaciones para asistir a la exposición de mano en mano, recorrimos prácticamente toda la localidad, dejamos invitaciones en cada una las puertas, rejas y ventanas. Yo me pregunto, si no vienen para ver la obra de sus hijos, es que nunca vendrán. Por la mañana muy temprano se fue Cristoff ya de vuelta a Quilpué, en la región de Valparaíso, donde tiene su viña y su labor.
Por Carlo Mora.