Por Sofía Benavides
Pan de tienda es como en Huichaco le dicen al pan que se compra en –claro- una tienda, es decir que lo compran hecho, que no lo hacen ellos.
Ahora en Santiago, me quedé pensando en el valor del hacer por uno mismo.
Cuando la Sofí me invitó a la residencia no tenía idea a lo que iba. Solo sabía que iba a vivir tres semanas en Huichaco junto con otros residentes y que iba a trabajar en el lado editorial del proyecto junto con la Sofi y la comunidad del lugar.
Me gustaría partir por agradecer a la misma Sofi y decirle que creo que el trabajo que ella está haciendo me parece muy interesante, necesario y valioso.
Me acuerdo de cuando junto a la Fernanda y la Isa (dos niñas de la escuela) fuimos a hacer un mapa de Huichaco, de cuando escaneamos las fotos de la señora Raquel, de cómo la Fernanda y la Isa se reían contándome que en esa foto al chancho “le estaban cortando las bolivianas”.
Recuerdo con cariño cada once, cada desayuno, el cierre del taller de madera en donde no había pan de tienda, si no que pan que habían hecho las participantes al taller.
Aprendí el valor de los fanzines como un medio de expresión por el cual los niños nos contaban sus historias. Narraciones de Dragon Ball Z, de la vida de campo, de los animales de su cotidiano.
Me gustaría escribir también sobre los niños, sobre cuando hicimos collages de los mitos y leyendas, de cuando Rodrigo no quiso hacer su collage, y de cuando después de una de sus pataletas nos pusimos a dibujar en la pizarra vacas, toros, él dibujaba el cuerpo y yo la cabeza y así trazo a trazo íbamos armando animales.
No quiero olvidar esa mañana en donde fuimos toda la escuela a ver a un PUDÚ que estaba en la casa de la señora Haydee. Los niños no tuvieron que buscar en google “pudú” si no que ahí estaba en frente de todos nosotros.
Me gustaría que las mujeres de Huichaco supiesen lo valiosas que son, a mi me dan tantas ganas de ser como ellas, de saber HACER así, todo en mayúscula. Me gustaría que nada ni nadie las opacara, que las apoyaran en sus proyectos. No solo hablo de un apoyo Estatal o monetario, hablo del apoyo que debe existir entre la misma comunidad y entre ellas.
Es extraño cómo en tres semanas uno puede conocer-vivir otra realidad y después volver a la realidad de cada uno, de alguna manera ya me había acostumbrado al verde del lugar, a salir de la casa y estar rodeada de vacas o de ovejas.
Si algo espero haber comprendido mejor, es el HACER del arte con la comunidad, siento que el oficio de un diseñador tiende a ser aislado, en Huichaco no fue un trabajo de producción en contra del tiempo, sino todo lo contrario, porque según yo esa no es la idea, me refiero a por ejemplo cuando escaneaba unos dibujos de los niños y ellos entraron a la sala y me preguntaron qué estaba haciendo. En el momento admito que fue un poco complicado concentrarme en lo que hacía, pero con el tiempo aprendí que esas interrupciones no eran un momento de “no producción” si no que por el contrario, eran parte del trabajo.
Solo me queda agradecer la experiencia de la residencia y a la comunidad de Huichaco. Espero que esta residencia sea un momento de valioso intercambio. Por lo menos para mi lo fue.
*Fotos registro análogo de Sofía Benavides