“Escena 13 / Interior Casa Pedro y Anita/ Día
Pedro y Anita se visten y preparan para salir. En su casa se ve la foto de su hijo desaparecido, es un pequeño altar con algunas cosas que le pertenecieron a él. Un frasco con bochas, una foto, un reloj. Cuando terminan de prepararse salen.
Escena 14 / Exterior Casa Pedro y Anita/ Día
Pedro cierra la puerta con un candado mientras Anita lo mira. Cuando termina, se ve que Anita lleva una foto de su hijo. Pedro le ofrece el brazo y se van caminando lentamente.
Escena 15 / Exterior estación de tren/ Dia
Pedro y Anita llegan por el costado izquierdo de la antigua estación de trenes de Crucero, que hoy es una casa. No hay rieles, solo se deja ver mínimamente la huella de los durmientes en medio del pasto que ha crecido y los ha borrado. Se detienen al costado de una banca. Pedro ayuda a sentarse a Anita, luego se sienta él, miran el reloj, se toman las manos y esperan mirando en la dirección que venían los trenes desde La Unión.”
Esta es parte de la historia de los abuelos que desarrollamos en el cortometraje. Esta historia surge, por un lado, de todas las crónicas rojas que escuchamos al llegar a Crucero. Varios asesinatos, muchas peleas de borrachos y finalmente varios desaparecidos. También está contenido el relato de los ejecutados políticos que lanzaron al río Pilamaiquén en el ´73. Pero además representa el tren que dejó de pasar y la nostalgia por un pueblo que desapareció, por una forma de vida en el campo que ya es antigua y de la que sólo quedan rastros.
Quienes representaron a Pedro y Anita, son Bernardo y Juana, una pareja de abuelos que ha vivido toda su vida en la comuna de Río Bueno. Nos conocimos en el club de adultos mayores que se reúne todos los jueves en la sede vecinal. Al principio sólo nos mirábamos. Pero de a poco se entusiasmaron con el proyecto. “Bonito contar la historia de este lugar” nos decían.
Cuando preguntamos en una reunión a quiénes les gustaría interpretar los roles de los abuelos en la película, se generó un largo silencio. Todos empezaron a ofrecerse para ayudar en la dirección de arte o en la producción, nadie quería actuar. Pero Bernardo y Juana accedieron silenciosamente. “Así nos entretenemos y tenemos algo que hacer” nos dijeron entre risas.
Al poco andar nos enteramos de que accedieron a actuar por otra razón. Hace dos años se les incendió la casa y perdieron a dos de sus hijos en ese accidente. Cuando escucharon la historia del cortometraje se sintieron identificados y quisieron homenajear a sus hijos de ese modo. Incluso propusieron que en la historia fueran dos hijos desaparecidos en vez de uno, así podían usar las fotos de ambos en algunas escenas.
Cuando escuchamos esto nos estremecimos. Fue otra de las sincronías que hemos vivido en el proyecto.
Agradecemos a don Bernardo y doña Juana por su talento y cariño. No olvidaremos el tiempo y los mates compartidos. Pura generosidad.