Sábado. El día anterior había llegado Gastón Luna alias Alberto Plasma, así que por la mañana tomamos los equipos y salimos. Teníamos un par de opciones, registrar el rodeo en la media luna de La Huerta o salir con Héctor Piérola –el Gastoncito de Hualañé- a grabar por los cerros a un anciano productor de vino. Fuimos al Rodeo para ver de que se trataba ya que nos habían dicho que podía ser una pichanga. Cuando llegamos en la medialuna no había mucho movimiento así que caminamos derechito hacia un par de baqueanos que conversaban al fondo del sitio a la sombra de unos álamos. Nos presentamos y se presentaron; el de pelo canoso y sombrero era artesano fabricador de chupallas venido desde Lolol, el flaco de pelo negro ondulado era el petisero de un fundo en Villa Prat. Conversamos, nos ofrecieron cerveza –no la aceptamos porque andamos en auto, me quedé con las ganas-, como no sabía les pregunté que era una pichanga, simple, cuando no es rodeo es pichanga, es decir, rodeo es una competencia, es en serio y por los puntos, pichanga es entre amigos, es más de entrenamiento y por mera diversión. Al rato llegó el patrón con los caballos así que les ayudamos a montar el toldo, volvimos a conversar, en eso Gastón es experto porque maneja a la perfección el dialecto campesino, conoce los tiempos, las herramientas, los usos, las prácticas, las costumbres, las comidas y las palabras, así que todo fluyo amablemente. Nos invitaron a recorrer el fundo y grabar a las bestias, quedamos de acuerdo con el petisero para registrarlo en su labor, nos despedimos y partimos al encuentro con Héctor Piérola. Nos subimos a la camioneta de Héctor, nos llevó por un camino que conduce hacia el secano costero –Iloca queda a 60 km de La Huerta-; entre cerros, curvas de tierra y bosques de pino, de vez en cuando aparecían grupos de casas construidas a pulso y que parecían constituir una localidad, anduvimos cerca de 40 minutos hasta que llegamos a un camino asfaltado y pronto de allí, a la casa de Luis.
Luis Núñez (87) y Lidia Núñez (85). Vino y cordero.
Conversamos durante una hora y cuarenta minutos sentados en la entrada de la casa bajo un techo de zincalum en una especie de bodega-pórtico-terraza. Cuando llegamos Luis estaba desgranando maíz seco, nos recibió amablemente pero solo palabreaba con Héctor Pierola a quien conoce desde hace tiempo, es comprensible su actitud en vista de que entramos a su casa con equipos y todo. Usualmente realizamos muchas conversaciones previas antes de grabar pero eso requiere de tiempo, asunto que para en esta residencia escasea por lo que practicamos un método inverso, entrar a los lugares con los equipos a cuestas pero apagados, obviamente nos presentamos, conversamos, pero inmediatamente damos cuenta de nuestra intención, registrar. Comenzamos a grabar cuando sentimos que el ambiente se distendió, y en eso Gastón es perito, la gente del campo encuentra en él un interlocutor válido y eso nos abre las puertas. Que decir de la conversación, fue interesantísima y emocionante, en algún momento nos quedamos en silencio cabeza gacha pensando en lo dicho. Nos sirvieron vino de la casa, un País liviano en boca, corto en paladar, fresco y alegre, frutoso sin ser tan aromático, un agradable País, eso sí, debo hacer reparo en el jarrón de cerámica donde nos lo sirvieron el que parecía sacado de una pintura de Morandi, era el jarrón perfecto para un vino ligero.
Mientras en la cocina interior la señorita Lidia horneaba a fuego lento la mitad de un lechón de cordero con papas y cebolla, aroma que por momentos me desconcentraba. Luego de las dos horas de conversación nos hicieron pasar al comedor donde nos recibieron con ensalada de lechuga, de arvejas, papas asadas y el mentado cordero. Una delicia. Quedamos en ir nuevamente para registrar la viña y escanear algunas las fotografías familiares.