Nos encontramos a mediados de nuestro tercer mes en nuestra residencia y este territorio nos sigue asombrando con sus entornos naturales. Es que al llevar más tiempo vinculándonos con los verdes paisajes y con quienes viven aquí nos abre la posibilidad, por la confianza que se cultiva con el tiempo, de llegar a lugares más íntimos.
A momentos se siente como si aún estuviésemos en la etapa inicial del trabajo de la residencia: vinculación y descubrimiento. Si bien estas características acompañan en todo el proceso el trabajo, tiene su máxima concentración al inicio de la residencia, o por lo menos así nos lo habíamos planteado en la planificación. Sin embargo los ritmos aquí son distintos a los que nos gustaría o a lo que estamos habituados. Entrando al último mes de nuestra residencia evaluamos cómo el trabajo colaborativo se ha dado un tanto a tropezones. A modo de recapitulación: Primer intento, trabajar con las mujeres de la aldea cultural. Con este grupo se proyectó trabajar después de nuestra visita de reconocimiento. Sin embargo instalados aquí, nos dimos cuenta que sólo había sido una bonita ilusión. En eso, pasamos a conocernos con la agrupación Acucurra, con quienes se proyectaron ideas y pensamos que serían un gran nicho para trabajar. Pero consistió en un trabajo más bien reaccionario a contingencias locales y a sumar manos en actividades previamente planificadas. Más adelante aparece el grupo Ñirre, con quienes hemos logrado mayor desarrollo de prácticas colaborativas desde el accionar artístico y ahora nos encontramos concentrándonos en una próxima acción. Con este grupo vamos mejor. Y para continuar con la lista de agrupaciones con quienes hemos intentado trabajar se suma una familia de una comunidad mapuche de Reigolil con quienes sólo alcanzamos a proyectar la iniciativa de construir un horno de barro en su lugar ceremonial. Sin embargo, por la imposibilidad de crear esto de manera colectiva, por sus relaciones internas dentro de la comunidad, vimos inviable continuar con este nuevo proyecto. Así que al agua la idea.
Sentimos el ritmo pasivo que envuelve la cotidianidad de un pueblo, la que a momentos agrada y en otros desespera. Coincidimos en que nos gustaría conseguir agilizar más la situación pero somos 4 en contra de un ritmo que la mayoría pareciera acomodar.