Sábado. Hoy es el viaje a Talca para participar de “La Cocina Pública”. Nos juntamos a las 11:30 en la casa de don Herminio, viajamos una comitiva conformada por habitantes de tres localidades: desde Hualañé viajó Héctor Pierola (El Gastoncito de Hualañé y folclorista), Johny Soto (cantor), Juan Jaña (cantor y chofer del minibus) más Gabriel Peñaloza de Servicio País, desde Parronales viajó Lucy Saavedra, de La Huerta viajaron Herminio y su señora, Matilde Céspedes y su amiga Luisa, y de la Residencia en La Huerta viajó Danilo Petrovich, Carlo Mora y nuestro invitado Adolfo Martínez (escultor). “La Cocina Pública” es una propuesta teatral de la compañía Teatro Container, consiste en propiciar una experiencia culinaria de goce colectivo que interpela tanto a los participantes como al sentido que se tiene del espacio público. Fue una experiencia desintegradora e integradora a la vez. Apenas llegamos a la plaza, ayudamos a poner la mesa, a cortar pan, pelar tomates, preparar ensaladas y servir el vino, todo a su tiempo y sin apuros. Después de mucha conversación, varios cansautores y comida, fue el turno de los músicos hualañínos. Lucy Saavedra se robó la película, mientras todos cantaban 3 canciones, Lucy cantó siete, algo pasó con la audiencia que le pedían más al grito de “!otra, otra, otra, otra¡”. Todo lo que ocurrió fue muy potente, mucha emoción, las palabras de “Lázaro Bravo” –director de la compañía- me ayudaron a comprender la profundidad del acto y el origen de su reflexión, sensación que me hizo recordar y sentir que algo compartimos.
Antes de estudiar pintura estudié Diseño Teatral lo que me permitió ver decenas de montajes tanto profesionales como ﷽﷽﷽﷽poner la mesa, a cortas de teatro profesional ase estudiantes, la cantora de Parronales que a poner la mesa, a corta como aficionados, así también ejercicios de actores en formación. A medida que estudiaba la carrera comenzaba a dudar de todo lo que veía, pues de tanto Shakespeare, Moliere, Pirandello, Artaud, Brecht y Boal lo teatral se volvió algo inalcanzable. Todo esa reflexión sobre el teatro pertenece a otro momento, tiempo en que leía dramaturgias mientras trataba de escribirlas, donde nunca superé la etapa del ensayo y error. En esta época de escuela hubo montajes de obras y lecturas que me emocionaron profundamente pero abandoné esa carrera por sentirme incapaz de conectarme profundamente con la teatralidad como sentía que debía ser leyendo a los monstruos del teatro, recordé que fluía en la pintura, en el dibujo, así que pasé del teatro al caballete, vuelta de carnero un poco imbécil ya que desde niño pintaba prácticamente todos los días. Soldado que arranca sirve para otra guerra. “La cocina pública” fue la inflexión que conectó ese pasado teatral con el presente pictórico, fue una experiencia reveladora, de esas que busco siempre ocurran. Sucedió que algo ordinario –común, cotidiano- transmutó en algo extraordinario, que fui parte de una obra sin darme cuenta hasta casi el final y que además la comida estaba muy rica.
Al volver, salimos a dar una vuelta y vimos a un hombre que andaba paseando a un galgo, le preguntamos si habían carreras y nos dijo que en Peralillo. Partimos para allá. Al parecer la carrera era organizada a favor de la Teletón. Es increíble la influencia que tiene la teletón en los pueblos, se toma el lugar de todas las actividades públicas de por lo menos un mes. La carrera se dio al lado de una antigua alameda al atardecer. Bello lugar. Los hombres con sus perros, imagen rara y antigua. Me lleva a pensar nuevamente en domesticación y mercado, en este caso de las apuestas. Las carreras de galgos hoy en un día son un espacio que aun se revela contra las instituciones, un espacio que revela la persistencia de una autonomía. Se trata de apropiarse de un lugar, una calle, una cancha. Mostrar públicamente las habilidades de adiestrador y de amo, es decir, la capacidad de adoctrinar a una pequeña bestia y que esta le pueda ganar en velocidad a otra. El ridículo frente a los demás esta a un paso, basta con que un perro se revele para que, incluso, le pueda costar la vida. Los gritos con que azuzan a los perros también me remiten a otros tiempos, el grito como herramienta de control y de distinción, cada hombre tiene un grito distinto, que reconocen los otros hombres como también los perros. Muchos de las personas nos preguntan si somos de la TV. Bromeamos con que Carlo es Panchito Saavedra con problemas intestinales.. la gente se ríe. También nos preguntan si somos animalistas. La tarde se acaba y nos devolvemos a la casa a tomar cerveza sin alcohol.
por Carlo Mora y Danilo Petrovich