Esta semana, entre el trajín y comenzar a adaptarnos a este territorio, comenzamos a tener algunos encuentros. Uno de ellos fue conocer a la señora Juana, dueña de una cocinería justo al frente de nuestra casa, en la Aldea Intercultural Trawunpeyun. Si bien la aldea se encuentra cerrada esperando por ser remodelada, la señora Juana sigue trabajando y recibiendo turistas y lugareños, con almuerzos, sopaipillas y mate. Fuimos a visitarla en busca de sopaipillas, y terminamos mateando con ella para ir conociéndonos un poco. Le contamos de nosotros, de que somos vecinos, y de lo que venimos a hacer a Curarrehue. Ella nos contó un poco de su día (ajetreado porque llegaron turistas), y algunas cosas sobre la Aldea. Esperamos seguir yendo a su cocinería a compartir y conocernos.
Otro de estos días, aprovechando que el clima ha estado algo soleado, sin lluvia y sin mucho frío, decidimos aventurarnos a caminar hacia un salto de agua del que nos hablaron. No logramos llegar pero en el camino, siguiendo el curso del Trancura, conseguimos quideñes, avistar aves muy bonitas y apreciar los colores de este lugar que estamos habitando. Los verdes brillantes, las nubes rápidas y el azul de un cielo que no encontramos en la ciudad. También pudimos ver la parte del río que aún no está contaminada. Y decimos “aún” porque resulta inminente el momento de su contaminación, por la falta de una planta de tratamiento de aguas servidas para Curarrehue. El agua emerge así como un tema ineludible al momento de aproximarnos a este lugar y sus problemáticas. El río recorre este lugar y en el camino que seguimos, pudimos ver la transparencia de sus aguas, su quietud y su cauce, que aparecía y desaparecía en nuestro trayecto.