Domingo. A pesar de la extenuante jornada anterior nos levantamos temprano, nuestro exitoso segundo Cabildo Cultural Alimenticio nos inyectó energías para cerrar el proyecto. Desde hace unos días que estamos pintando en la concurrida Plaza Villa la Unión, en medio de La Huerta, a orillas de la carretera –también llamada avenida Chiripilco-, bajo un árbol gigantesco. Fuimos a buscar los soportes, pínceles y pinturas que guardamos en el Supermercado de La Huerta justo en frente de la plaza. Mientras nos instalábamos esperábamos la llegada de los niños que ya son habituales y de algunos adultos que se acercan curiosos y que veces terminan pintando con nosotros, pintando “La Huerta imaginada”. Ya terminamos el gran cuadro que imagina el pasado de La Huerta, pretérito relatado por dos adultos mayores, la señora Rosa y la señora Francisca. Ahora pintamos el futuro de La Huerta. Por esta plaza transitan muchas gentes: obreros, peones, damas encantadoras, varones fortachones, algunos de ellos solo miran y conversan, otros, los más valientes, toman el pincel y pintan.
Hacía calor, sí que sí…pintamos desde las 11 am hasta las 14 hrs. Cerca del medio día pasó a visitarnos Matilde Céspedes, nuestra mano derecha, nuestra gran amiga. Pasó para invitarnos a comer papas con huevos y cebolla, todo frito…uffff, más comida. La junta es en el comedor de la parroquia a las 19 hrs, una excelente instancia para despedir a nuestros amigos Chilotes, a quienes Danilo “El gringo” y Daniel “Pongo” sacaron a ventearse por allá por Curepto, un pueblo de arquitectura tradicional reconocido por su chicha, su arquitectura patrimonial y por ser un pueblo viejo, o mejor dicho “lleno de viejos” como nos han contado. Como a las 17 hrs, llamamos “al Gringo” y le pedimos que estuvieran de regreso en la parroquia a las 19 hrs.
Luego de la comilona salvaje y rica en colesterol, grasas saturadas y risas, a eso de las 21 hrs. nos despedimos de los Chilotes que serían escoltados por “el Gringo” hasta Talca, para embarcarse en el navío de tierra, dos pisos, salón cama, rumbo a la isla de las gaviotas.
Y así quedamos los mucamitos, así con esta experiencia única. Nos guarecimos en la caverna, nos concentramos en el relato y en guardar energías, ya que aun no se acaban las experiencias.
Por Ivonne Acosta, Carlo Mora.